Frecuencia Sorora: La importancia de la música de y para mujeres

Ciudad de México,(29-11-2024).-A continuación encontraremos el texto leído por la periodista cultural y fotógrafa colimense Stephanie Hernández el 14 de noviembre en la Unidad 095 Azcapotzalco de la Universidad Pedagógica Nacional, ante decenas de alumnas de las licenciaturas de Psicología Educativa, Administración Educativa y Pedagogía.

Soy Stephanie Hernández, periodista cultural. Actualmente vivo en el estado de Colima, en donde comencé la producción de Frecuencia Sorora, programa radiofónico destinado a darle mayor difusión al trabajo de las mujeres en la música.

Desde hace tres años he realizado entrevistas a artistas de América Latina a quienes les he preguntado sobre su acercamiento a la música, su trayectoria, el desarrollo musical en actividades educativas y la interacción con las comunidades.

De este trabajo han surgido nuevos proyectos. Uno es Vórtice Colectiva, que fundamos tres mujeres, con el fin de llevar a más creadoras musicales a los escenarios de Colima, para apoyar la difusión de su trabajo y generar espacios seguros para ellas y para quienes asisten a los eventos.

Otro proyecto en el que estoy involucrada es Ellas Resuenan, colectivo de periodistas, investigadoras y artistas musicales que buscamos dar mayor difusión al trabajo de las mujeres, apoyándonos con notas, reseñas, entrevistas, así como cubrir festivales y conciertos.

Quiero compartirles la semilla con la que inicié todo este recorrido. Para ello necesito que hagamos un ejercicio mental: pensemos en la música que escuchamos y preguntémonos a cuántas mujeres conocemos que son cantantes, que son compositoras, que se dedican a tocar algún instrumento. Ahora, pensemos en cuántos son los hombres que también forman parte de nuestro bagaje musical.

A lo mejor muchas personas tienen diez nombres de mujeres, habrá quienes conozcan un mayor número o habrá quienes ubiquen menos, pero, la realidad en el mundo entero, es que se conoce un porcentaje mínimo, porque a lo largo de la historia han sido invisibilizadas sus carreras artísticas.

Bien lo recalcó en entrevista Tere Estrada, socióloga y música mexicana,: «en mi libro Sirenas al ataque: historia de las rockeras mexicanas, ves la historia de las rockeras que fueron jóvenes en los 50. Su rol esperado era que obviamente se casaran, tuvieran hijos y abandonaran su pasado rockero. Ir a contracorriente, hacer tu propio camino era rudo”.

Hablemos sobre la música y la educación. ¿Cómo la música es un vehículo para educar a la sociedad?

Está comprobado que desde el útero, los fetos escuchan los latidos del corazón de la madre, el torrente sanguíneo y la voz. Esto ha sido tema de investigación, ya que después del nacimiento se han realizado estudios en bebés para comprender cómo inducirlos a la calma. Los sonidos y el ritmo son parte fundamental de la música y es por ello que desde aquí se parte para poder hablar sobre la musicoterapia y otras investigaciones científicas en torno a esta expresión artística.

En un documental que se llama “¿Cómo nos influye la música?” De la Deutsche Welle, mencionan diferentes investigaciones que se han realizado: en bebés prematuros, en las infancias, en adolescencias y en gente de la tercera edad, con problemas de Alzheimer y Parkinson.

Uno de los puntos que quiero rescatar de aquí, es el uso de la música en la educación. En este documental ponen como ejemplo a un jardín de niños en Berlín, en donde la música es parte esencial de la educación. Usan las canciones para realizar actividades cotidianas: ir al baño, salir, organizar los objetos, lavarse los dientes, en fin, varias actividades, pero sobre todo, lo que me sobresaltó es la facilidad de aprender el idioma por medio de las canciones.

Una de las artistas que entrevisté, Memena García, integrante del grupo Las Musas Desconectadas, de El Salvador, me compartió que como musicoterapeuta ha tenido estas reflexiones de la importancia de la música. “Hemos tenido estas reflexiones sobre el lenguaje musical, porque es más fácil para el ser humano aprender a cantar, que aprender a hablar; aprender a bailar, que aprender a caminar. La música nos conecta a niveles neurológicos que sobrepasan el lenguaje per se.”

En el documento ¿Cómo nos influye la música?, el psicólogo musical alemán, Stefan Kölsh mencionó que «muchos estudios han demostrado que después de tocar música con otros, las personas se comportan de una manera más pacífica, prosocial, altruista y orientada a la comunidad. Y ese es, por supuesto, un efecto muy relevante evocativamente, porque cuando las personas cooperan más entre sí, se fortalece el vínculo social y eso significa que los miembros individuales de esta asociación tienen, biológicamente hablando, mayores posibilidades de supervivencia”.

Ch’umilkaj, cantautora y docente maya kakchiquel de Guatemala, y Tamya Sisa Morán, cantante, multiinstrumentista y profesora de música kichwa de Ecuador, han llevado a la práctica sus aprendizajes para enseñar a nuevas generaciones sus lenguas maternas. Con esta labor, se han convertido en activistas que trabajan en la cultura de sus comunidades para darle mayor fuerza y vida a sus idiomas, que por distintos contextos se han ido perdiendo, ya sea por guerras, discriminación, vergüenza al hablarla o desvalorización de este elemento clave de su historia.

Después de tomar estos referentes que nos llevan a la reflexión, pensemos en la imitación, ya que desde que nacemos, crecemos imitando sonidos, movimientos, acciones. Esto también sucede con la música y sus composiciones. Por medio de las canciones obtenemos palabras, ideas, conceptos.

Pensemos en el amor romántico y estas canciones que siguen apoyando esta idea de la codependencia y la violencia de pareja. Otros temas que están muy presentes en la música popular son los estereotipos que pueden causar aversión y actos violentos hacia las personas. Un ejemplo es “Bule, bule” de los Rockin Devils, canción que toma como burla la obesidad de una mujer.

Otro ejemplo que es el que está muy en boga, es el caso de la canción +57 de J Balvin, Maluma y Karol G, en el que se sexualizan a una niña. A lo cual, en la revista “Volcánicas”, mencionaron «Los reguetoneros más importantes de Colombia se unieron para hacer +57, una canción que dice “una mamacita desde los 14”. Esto, en una ciudad como Medellín, con un grave problema de explotación sexual infantil.»

Estos son algunos ejemplos de canciones que contienen letras que perjudican el crecimiento de la sociedad, porque reproducen patrones y comportamientos que normalizan la violencia. Siguen avivando este esquema ideológico, el capitalismo heteronormado patriarcal y colonial.

El maestro en investigación histórico-literaria, Daniel Alonso Juárez Monzón, platicó sobre el entendimiento del “gusto musical” y cómo este se ve influenciado por el mercado, por esta industria que sigue viendo a la mujer como un objeto. Este gusto lo que reproduce es el valor del consumo y no la “calidad musical”, es decir, no solo es el mercado apropiándose de sí, sino que sustituye los contenidos con representaciones culturales de ese mercado.

Pensemos en otra canción que fue muy conocida en los años 90, “El apagón” de Yuri. Cito versos de la canción:

Y sin ver al enemigo en aquella terrible oscuridad

Me quitaron el abrigo

El sombrero y ¡qué barbaridad!

Yo pensaba en el castigo

Que a aquel fresco

Enseguida le iba a dar

Cuando encendieron las luces

¡Ay! Era mi papá

Este tema relata un abuso sexual, el cual fue cantado por cientos de personas, en un país donde –según estadísticas obtenidas por distintos programas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2022– los delitos contra la libertad y la seguridad sexual (abuso sexual, acoso y hostigamiento sexual, violación y otros delitos que atentan contra la libertad y la seguridad sexual) y trata de personas, tenían una mayor cifra en mujeres que en hombres. Se registraron 418 delitos con víctimas mujeres de cinco a nueve años y siete mil 142 de 10 a 14 años. Empleando el Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal (CNPJE), se detalla que en las mujeres de cinco a nueve años el abuso sexual ocurre casi tres veces más que en los hombres. Por su parte, en el grupo de 10 a 14 años, sucede aproximadamente seis veces más. Asimismo, resalta que en las mujeres de 15 a 17 años se presenta cerca de ocho veces la cifra de los hombres. Estos datos solamente son un pequeño porcentaje de lo que existe, ya que se basan en denuncias o testimonios de autoridades que han tenido que intervenir.

En una plática que dio Ruth Déborah Ramallo Roque, profesora e investigadora de Canarias, hizo una reflexión sobre cómo se ponen restricciones – por cuestiones de edad- a la literatura, a las películas, pero que no existe una restricción para escuchar canciones.

Es por ello que la música llega a ser un vehículo para trabajar con la sociedad. Y, por ejemplo, la música feminista viene a ser una herramienta que nos ayuda a las mujeres a entender situaciones por las que pasamos, que han sido generadas por esta violencia sistemática, en donde terminamos dañadas porque minimizan nuestro valor ante la sociedad.

La lucha feminista viene de tiempo atrás. Un ejemplo de ello es el de Silvia Palumbo, activista y artista argentina que ha trabajado desde los años 80 con grupos de mujeres para levantar la voz de diferentes problemas sociales como los feminicidios, las desapariciones forzadas, la violencia de género, la violencia doméstica, la lesbofobia.

Ha desarrollado su trabajo para concretarlo en talleres y en un cuaderno que lleva por título “La banda lavanda” , en el que se muestra una pedagogía que habla sobre quitarnos esos tacones que nos impusieron, ella habla de los tacones que están en la cabeza, ese modelo de la mujer “perfecta” para este sistema patriarcal. Su trabajo se centra en la necesidad de concientizar la postura de nuestro cuerpo, ya que ésta nos ayuda a tener una mejor respiración para poder hablar, para poder sacar la voz.

Silvia hay trabajado en Argentina, en España y en México para crear grupos como DesBandadas y la Lesbianbanda, en los que crean canciones por medio del uso de tambores. Estos instrumentos los aprendió a usar en Argentina y en Uruguay. Cuando ella  asistió a estos talleres, los hombres se burlaban y decían, es que tú no eres hombre para sostener esta herramienta. A esto, ella, como mencionó en entrevista, dijo: «El tambor es una herramienta patriarcal por excelencia, vedado a las mujeres –los tamaños y los pesos son incluso creados para varones– y fui a arrebatar los tambores a hacerlos propios y a darles una resignificación, un nuevo significado de lucha feminista. He creado fusiones rítmicas construidos desde lo latinoamericanista, es una forma de reivindicar la música de nuestro continente, las canciones van contando varias situaciones por las que pasamos nosotras, las mujeres.”

De esta manera, al darle este toque feminista es decir «aquí estamos también nosotras y somos parte del crecimiento social» y a partir de estas acciones, es cuando comienzan a surgir diferentes comunidades y propuestas.

De Argentina brincaremos a Colombia, donde encontramos al grupo que se llama “La Perla”, quienes por medio de instrumentos tradicionales como los tambores y la gaita colombiana, tocan temas como el cuidado del medio ambiente, la desigualdad social, los desplazamientos forzados y la violencia contra las mujeres. La gaita colombiana, es un instrumento que por mucho tiempo fue tocado por hombres, pero para ellas ha sido muy significativo el poder compartir esta experiencia en diferentes lugares de Colombia. No son las primeras mujeres en tocar la gaita colombiana, pero sí siguen siendo una referencia importante, ya que comentan que han ido a pueblos donde otras mujeres ven su presencia de manera importante para demostrar que las mujeres no solo están destinadas para únicamente ciertos roles, sino que también pueden tomar estos instrumentos.

De Colombia regresaremos a México, para hablar del son jarocho. Entrevisté a Adriana Cao Romero, que es arpista con amplia trayectoria, ha tocado con Mono Blanco y ahora tiene su grupo que se llama Caña Dulce y Caña Brava. Contó que antes, las mujeres no eran tomadas en cuenta para crear versos y mucho menos para tocar un instrumento. Pero ella, junto con sus otras compañeras, han tomado sones tradicionales para cambiar versos que durante mucho tiempo minimizaron la posición de la mujer en la sociedad.

Otro género que ha ayudado al canto feminista, es el rap, el cual ha servido muchísimo para visibilizar estas canciones de protesta. En una entrevista que le hice a la rapera y filósofa Audry Funk, que fue parte de la segunda ola de mujeres en el rap de México, comentó que le tocó muy rudo allá afuera, porque no nada más era la única mujer en los escenarios, sino también a veces era la única mujer en todo el festival. Ahí se dio cuenta de lo necesario que era salir de Puebla y encontrarse con más raperas del país. Conoció a Ximbo y junto con otras raperas iniciaron “Mujeres trabajando”, colectivo multidisciplinario en el que realizaron talleres para impulsar a más mujeres para trabajar con su creatividad.

Audry viajó a Estados Unidos, allá conoció a Rima roja en Venus, con quien decidió hacer un mapeo de las mujeres raperas en América Latina y crear un nuevo colectivo que se llamó “Somos mujeres, somos Hip Hop”. Y así es como encontraron a raperas en Costa Rica, en Colombia, en Perú, en Guatemala, en donde encontró a Rebeca Lane, quien ha sido un ícono de la música feminista. Lane habla sobre la violencia de pareja y también sobre otros tipos de violencias que han vivido las madres buscadoras, las mujeres que fueron esclavizadas en la época colonial, las 56 niñas que murieron en Hogar Seguro, este orfanato que se incendió en 2017 en Guatemala.

Como dice Soledad Ulloa, cantautora chilena: «La historia de las mujeres tiene una fisura. Tenemos una historia bastante complicada que tratamos de cambiar entre todas y cuando una ve en los ojos de la otra persona la necesidad de comunicar y no sabes cómo, entra la música, entra el juego de la poesía, entra la imaginación y pasan cosas importantes, como la sanación.”

Todos estos trabajos que se han realizado por décadas son para dar testimonio de lo que está sucediendo. Otro punto importante para hablar de qué es lo que escuchamos y cómo conocemos la música, es la importancia de los medios de comunicación y su participación como puente entre artistas y audiencia.

En esta lucha para combatir la brecha de género, surgieron varios proyectos escritos, radiofónico y audiovisuales para contribuir a la resistencia. En estos trabajos resaltaré el nombre de Karina Cabrera, comunicadora mexicana que comenzó su propio medio llamándolo Sonoridad, del cual surgió el proyecto Mapa de Músicas Mexicanas. Desde hace tres años comenzó a rastrear a cantantes, compositoras o incluso grupos (creados solamente por mujeres o liderados por mujeres), para darles visibilidad. También se ha dedicado a analizar los festivales del país para crear el estudio “Brecha de género en festivales mexicanos” y señalar que existe poco porcentaje de mujeres en estos eventos. A veces es nulo, a veces es de un porcentaje muy corto y a partir de ahí, es que nace Colectiva Fortissimas, en donde participan abogadas, artistas, comunicadoras y sociólogas.

Con el nacimiento de Colectiva Fortissimas se creó la iniciativa de la Ley Amparo Ochoa, que es la ley de paridad de género en los festivales de México. Ellas pretenden que por medio de esta ley se logre no solamente la paridad en los escenarios, sino también en todo lo que involucra la gestión y realización de los festivales. Hablamos de pensar en la integración de ingenieras de audio, escenógrafas, productoras y más mujeres que pueden laborar ahí. También se señala la importancia de tener respeto laboral, un ejemplo sería tener espacios donde las artistas se puedan sentir seguras, como un camerino con puertas o por lo menos con telas que puedan cubrir para que ellas puedan cambiarse sin sentirse expuestas a miradas ajenas.

Menciono todas estas acciones, porque son necesarias para que nos demos cuenta de lo importante que es esta semilla que empieza como una idea, un tono, una canción, un mensaje que circula en nuestras casas, en las instituciones, en la calle.

Todos los días, cuando camino por la calle, escucho lo que las personas tienen en sus radios.  Lo triste es que, por ejemplo, en la Ciudad de México, no he escuchado la voz de alguna mujer y esto es parte de la invisibilidad en los medios de comunicación, en las radiodifusoras, en las televisoras. Volvemos al mismo problema, ¿cómo conocer a más mujeres si no son parte de nuestro día a día?

Es necesario trabajar para darles su lugar, porque son parte de las referencias de nosotras, de las nuevas generaciones. La voz de las mujeres, no solamente como artistas, sino también como personas que están creando, que están haciendo activismo para poder apoyar a que esta brecha de género ya no exista y que las nuevas generaciones encuentren esta paridad, encuentren estas referencias y sepan que también se puede participar de esta manera, no nada más con el rol de género impuesto.

Es importante hacer llegar esta reflexión a otras latitudes, para seguir creando redes y así darle mayor fuerza al trabajo de las mujeres.

Tenemos el caso de Ingrid Guijarro, que es una cantautora de folk. En entrevista para Frecuencia Sorora contó que «cuando estaba pequeña, me preguntaba ¿qué mujeres cantan? Tenía esa intriga, porque escuchaba mucha música y las letras escritas por hombres no me hacían sentir representada”. Ella nació en Jalisco, creció en Colima, actualmente vive en Aguascalientes y ahora es una de las cantautoras de música independiente que está creciendo . Ya cuenta con dos álbumes y ha dado conciertos y giras en el país.

Me parece que sus palabras forman parte de una reflexión importante para pensar con lo que iniciamos a cuántas mujeres conocemos en la música y cuántos trabajos o cuántas canciones estamos compartiendo que sean creadas por mujeres. ¿Cómo acercamos a las infancias a que conozcan la música que no nada más es creada por hombres?

Con esta reflexión termino, pero me gustaría que hiciéramos diariamente el ejercicio de darnos cuenta cuántas mujeres se encuentran en nuestro radar.

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