Veo y escucho lo que antes era imposible
Por Isidro Robles Castañeda/// Ilustración Cath Zúñiga
Ciudad de México (05,Mayo 2020).-Ustedes pueden creer que exagero pero en una ciudad tan grande como la CDMX, casi nunca se tiene tiempo de contemplar la naturaleza, en estos días de Cuarentena he visto y escuchado el trineo de los pájaros, su aleteo; cuando pasan por encima de mi azotea, me doy cuenta que hay muchos y han llegado tres guacamayas verdes enormes a un árbol colorín que tengo frente de mi casa, tal vez por las flores rojas o las hojas verdes gruesas que tiene.
Normalmente tengo buen sueño, aunque en varias ocasiones me cuesta dormir, despierto a las 2 ó 3 de la mañana y me pongo a escuchar el silencio de la noche, son ruidos diferentes a los de un rancho o una casa de campo, donde escuchas grillos, ranas, sapos, perros, varas que se rompen con el paso de algunos animales pequeños…
Estos son ruidos a lo lejos como de motor enorme encendido, como si pudieras apreciar el sonido del movimiento de la tierra, como si percibieras el propio movimiento, es posible que alucine pero así lo siento, seguramente puede ser el gran túnel de aguas que desemboca en Hidalgo que pasa como a 40 kilómetros de aquí, o el metro como a 30, o el tren a la misma distancia. Pasadas las 4:30 de la mañana escucho el trineo de algunos pájaros, que se unen al ladrido de los perros; a las 5:30 me paro y veo por la ventana a lo lejos un coche pasar y después otro, un mes y medio atrás era uno tras otro.
El aeropuerto me queda a unos 50 km. de distancia y en ocasiones me ponía a observar el cielo y pasaban los aviones cada 60 segundos y otro en sentido contrario en lo mas alto del cielo cada 3 minutos y decía, -ése va para Tijuana-
Mis nietas, me preguntaban ¿como sabes?
-Que no ven el letrero que lleva al frente-, les contestaba sonriendo.En estos días pasan cada 5 minutos o mas tiempo.
Veo el amanecer hermoso, cómo las nubes se pintan de rojo o naranja y sale el sol, me asomo a la calle y veo pocas personas pasar, todas llevan cubrebocas, los pocos coches que transitan van sólo con el conductor, nadie más.
Uno de estos días mi hija tuvo que salir al súper y se dio cuenta que no tenía cubrebocas en su bolsa, además no teníamos, no podía salir, no podría ir de compras pues no le permitirían pasar.
Llamé a uno de mi hijos para ver si tenían y me dijo que muy cerca de mi casa en la misma calle había uno de sus ex compañeros de escuela vendiéndolos por internet, mi esposa compró varios, el costo de cada uno fue de 70 pesos.
Eso sí , ¡lavable y quirúrgico!, al menos eso dijeron, espero que nos proteja. Hemos tenido dos cumpleaños, con mensajes y llamadas, realmente ha sido muy difícil no poder abrazar, saludar o dar un beso a tus seres queridos, en especial mis nietos, nos hace falta el contacto y no sabíamos que lo necesitábamos, es curioso estar más cerca que nunca, pero sin tocarnos
El domingo con mi esposa fuimos a surtir la despensa a una de las tiendas departamentales y al banco, por supuesto con nuestros cubrebocas, cuando llegamos a la plaza, poca gente pero constante, nos hicieron pasar por una cámara desinfectante la cual rociaba liquido, como brisa que supuestamente te limpiaba de los virus, eso nos dijeron, aunque la Secretaría de Salud ha dicho lo contrario, que no sólo no desinfectan, sino que pueden ser hasta riesgosos.
En el cajero, en la fila éramos más de 10 personas, todos guardando la sana distancia. Salimos de ahí, al llegar a la entrada de la tienda, no podía pasar mas que una persona por familia y como era de esperarse mi esposa pasó. Quedé esperándola, me sorprendió ver que eran muy grandes los pasillos, poca luz, no permitían entrar a niños ni a personas que no trajeran cubrebocas, una persona estaba poniendo gel a los que entraban, se me hizo todo muy sombrío, gris anti natural, casi todos los negocios cerrados solamente las farmacias, consultorios y algunos de comida, solo para llevar en uber-eats.
Cuando empezó el año, se escuchaban noticias en la TV, radio, por los medios electrónicos y las redes sociales de un virus que había aparecido en China, tal vez en un laboratorio o una trasmisión de murciélago a humano, recuerdo que veía en las noticias a las personas en países asiáticos con cubre bocas y la verdad me parecía exagerado, no tenía idea de lo contagioso y la rapidez con la que podía afectarnos, estando tan retirados; no contaba con lo chiquito que es el mundo en la actualidad.
Trato de no congestionarme de información negativa, veo y escucho lo que para mi salud mental y física, considero sano, en lo posible no envío noticias pesimistas. ¡Y miren que en estos tiempos no encontrarlas es difícil!
En enero, por lo general, un servidor da comienzo en compañía de un grupo de personas con los preparativos para el Día del Zacatecano en la CDMX, evento que se celebra el segundo domingo de junio de cada año y en esta ocasión caería el 14 de junio.
Nos reunimos en la Representación del Gobierno del Estado de Zacatecas para afinar detalles y preparar un plan en el que juntos zacatecanos radicados en esta gran metrópoli y gobierno pudiéramos hacer algo trascendental pues cumplimos 70 años como organizadores de este magno evento, aferrándonos a no perder nuestras raíces, tradiciones y costumbres, en esta ciudad tan cosmopolita y llena de tanta cultura de nuestro México y del mundo.
Ése evento que realizamos en el Bosque de Chapultepec nos reúne al menos a unos 20 mil paisanos , somos la comunidad mejor organizada de cualquier estado del País en esta ciudad.
No pasaron más de tres reuniones, cuando ya escuchábamos con mayor presencia y al parecer no podríamos sustraernos de tan peligrosa pandemia, que en los últimos días de febrero acordamos aplazar el evento hasta el mes de agosto, al tiempo que en México se confirmaba el primer caso de la COVID-19.
Al principio pensamos que las personas que habían viajado a países europeos eran los que seguramente tenían mayor probabilidades de contagio y que los que estábamos teníamos menos probabilidades de contraer el virus.
Per pronto nos dimos cuenta que estábamos equivocados, el virus no respetaba nada, cuando se dio el aviso de la suspensión de clases en todos los niveles el 23 de marzo y el cierre paulatino de algunos giros no prioritarios de la producción, no comprendíamos hasta que grado podía afectar nuestras «cómodas» e insensibles vidas en la forma en la que estábamos acostumbrados.
En la cuarentena, quedamos encerrados mas no incomunicados en nuestra casa, sin réplica, por convenir a nuestros intereses, al principio sentimos algo raro pero lo aceptamos.
En poco más de 2 meses, ya México alcanzó los 24 mil 900 contagios y 2 mil 271 fallecidos.
Vivo con mi esposa Lucy, tengo tres hijos Jaime, Erika y Carlos, los 3 ya con sus respectivas familias, mi esposa trabaja en un horario flexible y en ocasiones desde casa por internet; yo también lo he podido realizar de la misma forma, así que como pareja no nos ha afectado en nuestra relación el vernos todos los días, en estos momentos cuando escribo estos renglones nos damos nuestro tiempo y espacio para nuestras reflexiones y soledad, si así lo necesitamos.
Nuestra hija Erika prefirió quedarse con nosotros el tiempo que dure este confinamiento, ella trabaja en alimentos y como es un giro de necesidades prioritario no pueden dejar de producir, así que nos deja a mi nieta de 3 años. Mis otros dos hijos también trabajan desde casa.
Los primeros días de Cuarentena no me parecían tan exigentes, tal vez no había tanta conciencia y se daba uno una y salía de vez en cuando a arreglar asuntos que según yo, no podían esperar.
Conforme fueron pasando los días se volvió mas estricto el encierro, empecé a comunicarme por whatsapp y teléfono con algunas personas de nuestra asociación.
A muchos les esta afectando porque trabajan por su cuenta, en talleres, son prestadores de servicios, en algunos municipios del Estado de México, muchos tienen tiendas de abarrotes y ahora cierran a las 2 de la tarde, en fin por nuestra salud se ha aceptado el “quédate en casa”.
Aunque veo con preocupación que en mi tierra, Zacatecas, muchos de mis paisanos, siguen en la calle como si nada pasara, ojalá entendamos que esto es serio y requerimos cuidarnos, para cuidar a los demás.
Con mis familiares también nos resignamos a quedarnos en casa , pues no servía de mucho intentar hacer algún tramite ya fuera en la iniciativa privada o en las oficinas del gobierno, pues no hay alguien que pueda resolver algún problema.
Llega un momento en que el encierro te hace buscar otras formas de pasar el tiempo libre, afortunadamente me gusta leer, hacer algo de ejercicio, no con la frecuencia que debiera, es increíble pero he descubierto algunas cualidades que no pensaba tenía.
Les cuento:
Me puse a lijar y a pintar una puerta de madera, una banca, una mesita de trabajo, algo de electricidad, plomería básica, por su puesto todo esto gracias al internet, me doy cuenta que tengo todo lo que necesito en la vida una familia hermosa; en estos días estoy leyendo tres libros y me encanta descubrir que sé muy poco y que el universo es inmenso… ¡que formo parte de el!, , aunque sea un punto en la inmensidad, pero existo.
He salido poco a las grandes avenidas de nuestra ciudad, periférico norte y sur, segundos pisos, Insurgentes, Reforma y me e percatado de lo hermosas que son, sus grandes construcciones, puentes, parques arbolados, camellones, pocos coches, poco ruido, contaminación un poco menos, en estos últimos días el aire se ha beneficiado y hemos tenido días hermosos, el trajín de las personas ha disminuido en un 60 70 por ciento, los fines de semana hasta un 80.
Hoy, la gran ciudad vive sin el trajín de los millones de personas moviéndose de un lado para otro, siempre deprisa,con la neurosis a flor de piel y el estrés consumiéndote por dentro y por fuera. Y sí, paradójicamente, enmedio del temor por el virus, la ciudad, parece, respira tranquila, aunque si prendes las noticias, encuentres quizá, lo contrario.
Hemos también visto al cuerpo de salud, médicos, enfermeras, camilleros, personal de limpieza que se han arriesgado y siguen haciéndolo, por su profesión y trabajo a tan loable destino, no podemos más que agradecer y aplaudir sus acciones.
El encierro nos ha hecho modificar la forma de ver las cosas, de apreciar el mundo en el que vivimos, valorar la vida y la de los otros,, el derecho que tenemos hombres y mujeres de disfrutar en todos los sentidos el derecho a la vida, y que en realidad no importan los colores, las religiones, las clases sociales, que la vida, la salud la libertad esta por encima de toda la mezquindad del individuo.
Es increíble que un ser microscópico nos haya puesto de rodillas, lo que no pudieron hacer las guerras, el armamento nuclear, las fronteras, un ser pequeño que se quita con agua y jabón y para el cual no tenemos remedio aún.
En mi encierro y en un rincón de mi casa agradezco y acepto a este virus que nos ha confrontado con nuestra realidad, no somos tan fuertes , ni tan poderosos como creíamos, el universo nos ha dado una lección de vida, si no se ponen de acuerdo y no trabajan en conjunto puede que en un corto tiempo no sobrevivamos como los seres humanos en el mismo habitat las demás criaturas de la tierra, ellos si pueden vivir sin nosotros.
Sí, tenemos miedo, angustia, estrés, desesperación, dolor de ver a mucha gente sufrir, familiares de los enfermos padeciendo ante la impotencia de no poder estar con ellos ni en la cama ni en su ultima hora, sin poder despedirse.
Todo esto, si me lo hubieran dicho que iba a pasar, me hubiese dado risa y no les creería, pienso que es como una película, un sueño de mal gusto, pero que en el fondo trae un gran mensaje: No eres más que nadie, ni menos, por estar aquí, tienes los mismos derechos y obligaciones que tus hermanos y hermanas en el universo.