La magia de la libreta

Zacatecas,(23-04-2025).-Dice el periodista Saúl Ortega:

La libreta me puede engañar pero no me va a mentir.

Y dice bien.

Hasta hace unas décadas, la libreta junto con la pluma era el arma del reportero.

Para quienes hicimos periodismo en el siglo pasado, la pluma y la libreta eran esenciales para el trabajo cotidiano.

Incluso, en las redacciones de los periódicos sobraban las libretas; pero casi nadie la perdía porque, literal, perdía parte de su vida periodística.

Por eso era común que los cajones de los escritorios de los reporteros estuvieran llenos de libretas viejas usadas que se guardaban porque siempre había “un datito” que pudiera servir.

O lo mejor, un teléfono que pudiera necesitar después.

Lo peor que podía suceder era pedir una grabadora.

Me consta.

O por lo menos así me lo hizo saber el director de unomásuno, Rafael Cardona, cuando tuve la osadía de pedir una grabadora.

Estúpido de mi.

Hablé con mi Jefe de Información y le pedí el artilugio en cuestión, supuestamente para eficientar el trabajo.

“El único que responde a esa petición es el director”, me dijo con su sonrisa socarrona, de esas que se preparan para tender una trampa.

Y ahí voy con el director (otra vez estúpido de mi).

Pido hablar con él y luego de obligarme a hacer la antesala correspondiente, me recibió.

Su oficina estaba hasta el fondo de un pasillo.

La oficina era oscura, sin ventanas.

Una pequeña lámpara iluminaba su escritorio. Fuera de ello, no había luz,

¿Qué se le ofrece? -me pregunto.

Director (carraspeo de garganta)… ¿el perioódico tendría la posibilidad (respiración entrecortada, sudor interminable) de prestarme (manos sudadas) una grabadora? -termine la frase casí con un infarto.

¿Acaso trabaja en una estación de radio? -me respondió con una mirada donde estaban todos sus años como periodista.

No -le dije. Disculpe la molestía (antes de terminar la frase yo estaba corriendo a la salida tropezando con una mesita que no vi al entrar.

Cuando encontré a mi Jefe de Información se moría de la risa.

Él sabía. Yo no.

Y por eso las libretas son esenciales para un reportero.

 

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