Sobre la equidad de género en la ciencia
Por Julio Cuevas Romo/// Ágora Digital
Colima,(22-11-2024).-En este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es importante reflexionar, sí, desde una posición de privilegio personal pero que reconoce la necesidad de cuestionar y transformar los espacios donde nos desenvolvemos. Uno de estos espacios es el del quehacer científico, un terreno que, aunque se le relaciona con neutralidad y objetividad, es sin duda moldeado por relaciones de poder históricas que siguen perpetuando desigualdades de género. Como hombres, es nuestra responsabilidad, en primera instancia, reconocer cómo estos privilegios han operado en nuestro favor y pensar cómo podemos aportar a un quehacer científico más equitativo.
La ciencia no es neutra
La idea de que la ciencia es imparcial y está libre de sesgos sociales es tan atractiva como engañosa, pues desde su origen, los espacios científicos han sido diseñados y ocupados mayoritariamente por hombres, lo que ha limitado no solo quién tiene acceso a estos espacios, sino también qué se investiga y cómo se interpreta el mundo. Georgina Sánchez, en su análisis sobre género y ciencia, expone cómo los sesgos de género no solo persisten en las oportunidades laborales, sino también en el reconocimiento y la representación. Las mujeres científicas, aunque cada vez más visibles, siguen enfrentando barreras como la inequidad en el acceso financiamiento, la invisibilización de su trabajo, una menor representación en puestos de toma de decisiones, mayores responsabilidades administrativas en las instituciones y la descalificación de sus logros.
Por mencionar un caso emblemático, está el de Rosalind Franklin, cuyas contribuciones fundamentales al descubrimiento de la estructura del ADN fueron históricamente minimizadas. Aunque este ejemplo es conocido, refleja una realidad que sigue vigente: en las universidades, los laboratorios y los equipos de investigación, los nombres femeninos suelen aparecer en segundo plano, a pesar de su labor esencial. Esto no es un accidente, sino un reflejo de un sistema que favorece las dinámicas de poder masculinas.
La autocrítica como punto de partida
Como hombres, es incómodo admitir que hemos sido beneficiarios de este sistema. Hemos crecido en una cultura que no solo nos ha abierto más puertas en espacios como la ciencia, sino que nos ha enseñado a no cuestionar por qué esas puertas estaban cerradas para otras personas. La autocrítica implica reconocer que, muchas veces, hemos sido cómplices, ya sea de manera activa o pasiva, de estas desigualdades.
Desde la condescendencia sutil en una reunión académica hasta la tendencia a interrumpir a una colega para explicar algo que ya domina (mansplaining), el machismo en la ciencia puede adoptar muchas formas. Estas actitudes no siempre son fáciles de identificar porque se viven como “dinámicas normales”, pero es principalmente aquí donde radica nuestra responsabilidad. Es indispensable aprender a ver estas dinámicas, identificarlas, cuestionarlas y erradicarlas.
El peso del privilegio
Reconocer los privilegios no es sencillo, pero es indispensable. Antes de que algún colega (hombre) se moleste de que lo llame privilegiado mientras, en su caso, las cosas han sido muy complicadas en lo que respecta a abrirse camino en la ciencia, quiero aclarar que el reconocer el privilegio no significa que todo ha sido fácil para nosotros, sino que no hemos tenido que enfrentar barreras muy concretas que sí afectan a las mujeres.
Por ejemplo, como hombre, difícilmente alguien ha cuestionado si soy capaz de equilibrar mi carrera con la vida familiar, una pregunta que las mujeres enfrentan con frecuencia en entrevistas laborales o evaluaciones académicas. Tampoco es común que se me evalúe en función de mi apariencia o que mi trabajo sea menospreciado por considerarme emocional
No basta por supuesto con reconocerlo, eso sería prácticamente cinismo. Es necesario abrir espacios y amplificar las voces de quienes han sido sistemáticamente ignoradas.
¿Cómo podemos aportar a la equidad de género en la ciencia?
Aunque la reflexión y la autocrítica son fundamentales, estas deben ir acompañadas de acciones concretas. En este sentido, recomiendo dos lecturas muy sencillas a las que pondré un enlace al final de este aporte. De hombres y feminismos y Los hombres ante el cambio ofrecen puntos clave sobre cómo podemos aportar en este sentido.
- Cuestionar las dinámicas de poder: Esto implica analizar cómo se distribuyen las oportunidades en nuestro entorno académico o laboral. ¿Quién recibe más proyectos o financiamiento? ¿Se reconoce el trabajo de todas las personas por igual? Si no es así, debemos construir prácticas más equitativas.
- Romper el silencio: Muchas veces, el machismo persiste porque no se nombra. Debemos estar dispuestos a señalar las actitudes o prácticas que excluyen a las mujeres. El silencio perpetúa la desigualdad.
- Compartir responsabilidades: En la ciencia, como en otros ámbitos, las tareas de cuidado y organización recaen con frecuencia en las mujeres, mientras que los hombres se enfocan en las labores más visibles y valoradas socialmente. Debemos asumir nuestra parte de estas responsabilidades para que las dinámicas sean realmente equitativas.
- Escuchar y aprender: Una parte fundamental es escuchar las experiencias de las mujeres sin minimizar ni invalidar lo que dicen. Esto permite comprender mejor las barreras que enfrentan y cómo podemos contribuir a eliminarlas.
Una ciencia más justa es posible
La equidad de género en la ciencia no es solo una cuestión ética, sino también una necesidad para el avance del conocimiento. Sin lugar a dudas, construir esta equidad requiere un compromiso colectivo, donde las voces masculinas no sean las protagonistas, sino participantes en la construcción de un entorno más justo.
Al reflexionar sobre nuestro papel en este proceso, debemos reconocer que el feminismo no es una lucha “de las mujeres”. Es un movimiento que busca transformar las estructuras de poder que afectan a toda la sociedad, incluyéndonos a nosotros. En el ámbito científico, esto significa repensar cómo definimos el mérito, cómo distribuimos las oportunidades y cómo reconocemos el trabajo de todas las personas.
Compromiso más allá del 25 de noviembre
Este 25 de noviembre nos invita a reflexionar no solo sobre la violencia visible, sino también sobre las formas más sutiles en las que se perpetúa la desigualdad, incluso en espacios que consideramos progresistas, como la ciencia. Como hombres, tenemos la responsabilidad de cuestionar estas dinámicas, de revisar nuestros privilegios y de actuar en consecuencia. Esto no es un acto de altruismo, sino de justicia.
Al construir una ciencia más inclusiva y equitativa, no solo estamos beneficiando a las mujeres, sino a toda la sociedad. La memoria de las luchas feministas nos recuerda que el cambio es posible, pero requiere valentía, autocrítica y acción. En este camino, los hombres no somos protagonistas, pero sí podemos comprometernos con un futuro donde la ciencia, como la sociedad, sea un espacio para todas las personas.
Más información:
Sánchez Ramírez, G. (2013). Hadas, brujas o bellas. Arquetipos de inteligencia femenina para la infancia contemporánea. En J. Cuevas Romo (Coord.), Las ciencias en el cine. Discursos, representaciones e imaginarios (pp. 101-116). Centro de Estudios Jurídicos y Sociales Mispat, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Educación para las Ciencias en Chiapas.
Riviere Aranda, J. (2014). De hombres y feminismos.
Lozoya Gómez, J. Á. (1997). Los hombres ante el cambio de las mujeres. Revista Crítica, 844
Julio Cuevas Romo, profesor-investigador de la Universidad de Colima. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de CONAHCYT. Líneas de investigación: Procesos de enseñanza y aprendizaje de ciencias y matemáticas en contextos de diversidad, uso de narrativas audiovisuales para la enseñanza.
Correo: [email protected]
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