Dolores Castro: Ningen Kokuhō
Por Gabriel Páramo
Mercurio
Ciudad de México,(29-04-2021).-Decir que conocí a Dolores Castro en 1975, que ella era en ese entonces once años más joven de lo que yo soy ahora, por supuesto no significa gran cosa para hablar de la gran poeta, verdadera Ningen Kokuhō (tesoro nacional viviente de los mexicanos), solo sirve para mostrar mi asombro, veneración y agradecimiento ante la oportunidad de haber estado cerca, sobre todo en los turbulentos años de mi juventud, de su luz, y que en “Sequía”, recuerda:
Quiero decir ahora,
que yo amo la vida:
que si me voy sin flor,
que si no he dado fruto en la sequía,
no es por falta de amor.
Venus
Dolores Castro (Aguascalientes, 12 de abril de1923) representa la vitalidad y fuerza de la poesía mexicana. Aún activa, es seguramente la máxima poeta mexicana, sobreviviente de una generación de grandes escritores como Rosario Castellanos, Alejandro Avilés, Octavio Novaro y Javier Peñalosa. El dato biográfico es demasiado exiguo para hablar de la grandeza y amor que emanan de la persona de la poeta que sabe que “algo le duele al aire”:
Algo le duele
cuando arrastra, alborota
del herido la carne,
la sangre derramada,
el polvo vuelto al polvo
de los huesos.
Tierra
Docente hasta su octava la maestra Lolita, como la conocen incontables generaciones de alumnos, aún escribe, enseña y ama; aún ejerce su influencia poderosa que cambia la vida de quienes tienen la oportunidad de estar cerca de ella, ya sea a través del contacto personal o con su muy larga producción, que como su poema, “En el aire un perfume”:
Abre con gentileza
el aire
una gran cauda de aroma:
toma de aquí el suspiro
de la yerba
que florece,
del retoño
en las ramas,
y el verdor.
Marte
En unos 20 mil días, Dolores Castro ha escrito, entre otros, los poemarios El corazón transfigurado (1949); Dos nocturnos(1952); Siete poemas (1952); La tierra está sonando (1959); Cantares de vela (1960); Soles (1977); Qué es lo vivido (1980); Las palabras (1990); Poemas inéditos, 1990; No es el amor el vuelo, 1995; Tornasol, 1997; Sonar en el silencio, 2000; Oleajes, 2003; Íntimos huéspedes, 2004; Algo le duele al aire, 2011; El corazón transfigurado/The Transfigured Heart (Edición bilingüe) Traducción Francisco Macías, 2013; Sombra domesticada, 2013. Lo que hay que decir es que ella jamás ha sido “Semilla estéril”:
Si con arrodillarse
cayera de mí la noche
que se cierne sobre mi cabeza.
Si con arrodillarse
esta semilla estéril
se abriera.
Si con llorar
pudiera salir
como los ríos,
al mar.
Hoy me arrodillaría
a llorar sobre la tierra.
Cinturón de asteroides
Decir que conocí a Dolores Castro en su casa, en una fiesta a la que fui casi de colado con mi querido hermano Fidel Samaniego Reyes, es decir que en una época que para mí estuvo marcada por el cambio, significó uno de los más trascendentes y profundos. Alguna vez, Rosario Avilés, a quien también conocí en esa ocasión, me dijo que yo no tenía sensibilidad; puede que fuera cierto, pero la poesía de la maestra Lolita me ayudó a tenerla:
Salgo de aquel espacio
grávido de sonido, de luz y de sentido,
pero nada recuerdo:
era en la antigua noche de los siglos.
Algo traigo en la piel
-que no pudo lavarme toda el agua
cuando cayó en el barro de mi cuerpo-
y apagará mi sangre lentamente.
Pasarán los ríos,
callarán algún día para siempre.
Nuevos caminos abrirán nuevos caminos,
y todas nuestras vidas,
unidas en un solo luminoso haz,
irán por el camino de único sentido.
Ahí recordaré la exacta fórmula de mi estructura
y sabré de las arcas donde vibran los eternos sonidos
de la muerte, que ya nunca perseguirá mis noches.
De la vida, hilo temporal de mis recuerdos.
Cerraré los ojos y aún correré por las suaves praderas,
me cercarán a veces olores de manzana.
En medio de la paz de este silencio,
contrastarán más bellas las luchas que ahora palpo.