¿Optimismo?
Por Gabriel Páramo/// Ágora Digital
- Columna dedicada a mi primogénita Elba Margarita
Mercurio
Ciudad de México,(14-09-2024).-Se extraña mi hija Elba Margarita, una abogada inteligente y sensata, que yo tenga lo que ella ve como una visión muy optimista de la realidad. ¿Optimista? le pregunto, y ella insiste que en mis textos lee como si a mí me pareciera que todo va de lo mejor. Releo los textos y no encuentro ese optimismo exacerbado que dice ella, así que me dedico a analizar lo mejor que puedo la situación y llego a ciertas conclusiones.
Venus
Mis casi siete décadas de vida me han permitido vivir una grandísima cantidad de acontecimientos, tanto públicos como personales. Muchos de ellos, de los públicos sobre todo, no solo han formado parte de las noticias, sino que ya están en los libros de historia. Cuando yo nací, la segunda Guerra Mundial tenía apenas 12 años y meses de haber terminado; pocos años antes, chinos, coreanos, estadounidenses y otros países habían estado inmiscuidos en una guerra sangrienta que el mismísimo general Douglas MacArthur propuso terminar envenenando con cobalto radioactivo (o algún otro material similar) la frontera entre las dos Coreas en el paralelo 38º. Mis años de niñez hasta edad adulta tuvieron como escenario las visiones apocalípticas del fin del mundo debido a la guerra nuclear.
Tierra
Mi niñez estuvo acompañada de noticias de la sangrienta e infame guerra de Vietnam en la que los vietnamitas se defendieron de la agresión estadounidense con una valentía y denuedo tales que los llevaría a la victoria, mientras que para los estadounidenses significó no solo la sangría de una generación de jóvenes, sino que el país casi por entero se diera cuenta de que su país no era la nación querida y ejemplar que querían, y que con el tiempo se convirtió en el germen de ese nacionalismo ultraconservador que ahora permea esa nación.
Marte
Yo viví una época de autoritarismo absurdo, enfermizo, en la que incluso un estudiante de escuela particular como yo se daba cuenta de que algo no andaba bien en una sociedad en la que la gente podía desaparecer y se le tenía miedo al gobierno. Poco más tarde, en la carrera, me tocó viajar por carreteras llenas de militares en Guerrero y Sinaloa, que te bajaban del coche y lo revisaban a fondo, sin mediar orden alguna; por esas épocas me detuvieron en una marcha y me subieron violentamente a una patrulla, exigiendo que les entregara el rollo de la cámara con la que estaba tomando fotos. Esa fue la época de la guerrilla urbana con la Liga Comunista 23 de septiembre, los asaltos de bancos con la banda, liderada por el policía Ríos Galeana, que dejaba regueros de muertos; fui testigo de la policía criminal de Arturo Durazo, de los muertos en el canal del desagüe.
Cinturón de asteroides
De un poco antes, recuerdo tener que pagar con monedas conmemorativas de plata de los juegos olímpicos la comida en la tienda porque no había dinero, sino solo recuerdos; también viví el miedo a un golpe de estado que se dio al final del gobierno de Luis Echeverría, cuando la gente aseguraba que cualquier lunes la calle amanecería llena de tanques y tropas, como había ocurrido en el 68, pero a escala nacional. Viví, también, los preparativos de guerra de Reagan, que llegaron al espacio, la invasión soviética a Afganistán y la posterior caída de la URSS, con el subsecuente crecimiento de estados criminales en la zona, el florecimiento de integrismos medievales mayoritariamente (aunque no exclusivamente) islámicos. Supe de la guerra sucia en México y otros países de Latinoamérica, presencié golpes de estado sangrientos, como el chileno, auspiciados por la CIA; junto con la sociedad en su conjunto, los refugiados uruguayos, chilenos, argentinos y gente de muchos países más de una América desgarrada por el fascismo y la militarización engrandecieron nuestro país, como toda inmigración hace.
Júpiter
Presencié el alzamiento zapatista, el asesinato de un candidato a la presidencia y de políticos, el crecimiento de la delincuencia organizada y la degradación de muchísimos aspectos de la administración pública. Creo que en general, México y el mundo están (siguen) en una crisis profunda y peligrosa. Sin embargo, y tal vez esté equivocado, es que la experiencia me dice que vamos saliendo adelante. Sí, mi hija tiene razón: soy optimista.