La vez que Jesús se salvó de la Cruz
Por Jonathan Guzmán/// Ilustración Cath Zúñiga
Este 2020, el coronavirus salvó a Cristo de la cruz, los romanos no lo azotaron, tampoco lo escupieron, ni le gritaron que se salvara a sí mismo si es que realmente era Dios; tampoco se escuchó que su amigo el apóstol Pedro lo negara tres veces.
Por la Emergencia Sanitaria a causa de la COVID-19 el sacrificio de Jesús, en Fresnillo, se pospuso para el 2020.
Desde 1972 el grupo de teatro ADELANTE, de Juan Francisco Noriega organiza el viacrucis año con año. Me invitaron en 2018 para representar a quien curó leprosos, comió con pecadores y multiplicó los panes para repartirlos a los desposeídos. De alguna manera extraña se me eligió para encarnar en 2019 al Nazareno y acepté, al principio con más dudas que certezas, que poco a poco se fueron despejando.
Las autoridades terrenales de nuestro estado y de Fresnillo quisieron evitarle la cruz a Jesús para reducir la posibilidad de contagio por coronavirus, pues más de 40 mil personas suelen acompañarlo en el jueves y viernes santo, en su mayoría niños, niñas, abuelos, señoras, la población más vulnerable a la COVID-19 que tiene de cabeza al mundo con más de 3 millones de contagios y que desgraciadamente en Zacatecas ya cobró la vida de 10 personas.
Me preparaba para ir al Monte Calvario ( la pista de motocross de la ciudad) como lo hice el año pasado, cargando una cruz que pesaba tanto que caí tres veces, la primera… ¡entre aplausos!, la segunda la gente del pueblo le pedía a los romanos que me dejaran, que no me maltrataran y ya con el rostro ensangrentado que Verónica secó con su manto, al tiempo que yo le pedía a las mujeres no lloraran por mí…
El coronavirus, impidió que gente se le acercara a Jesús para tocarlo rezarle y encomendar a sus seres queridos, descargando su fe en mí, algo tan extraño que me causó hasta cierto miedo, pues me repetía: «Yo no soy Jesús, solo lo represento, pero entendí que las personas requieren alguien o algo en quien creer, que depositan sus esperanzas para salir delante de sus conflictos y hasta para agradecer sus bendiciones.
El coronavirus también me salvó de la hipotermia que se siente cuando te están clavando en la cruz.
Recuerdo que Gustavo, un compañero de trabajo me insistía que entre más se fuera acercando la fecha a la Semana Santa, me iban a pasar cosas a las que él llamó «místicas».
Al principio no le dí tanta importancia a su aseveración, pero este papel me permitió un mayor acercamiento con muchas personas, estrechó mi relación de familia con mis dos niñas y mi esposa, me hizo una persona más receptiva, aprendí a escuchar más al otro… se fue transformando mi entorno, ¡hasta perdí 28 kilos!
Este año comenzamos los ensayos en Febrero.
Tuve que prepararme, pues en un trayecto de 3 kilómetros, con el sol pegando duro, debía cargar una cruz de madera de 110 kilogramos de peso, ésa fue la misión más dura.
En este lapso entre la preparación para el viacrucis en el DIF, donde trabajo, empezaron a intensificarse las «Carreras con Causa», para ayudar a niños y niñas que padecen enfermedades graves y cuyas familias afrontan sin recursos necesarios.
Por ejemplo, una niña de tan sólo 2 años está en espera de un trasplante de pancreas, otros pequeños que necesitan transplantes de hígado o varios más padecen cáncer. Conocer sus historias, escucharlas me conmovió y fortaleció, ellos me ayudaron a hacerme más humano, a unirme más con mis hijas de de 8 y 10 años.
Claro que para representar a Jesús tuve que dejarme el pelo largo, las extensiones de cabello me costarían unos 3 mil pesos, pero de pronto una muchacha me regaló su pelo como un acto de fe hacia Dios, en espera de que Jesucristo, el verdadero, el hacedor de la vida y del milagro del amor le regalara si así lo creía pertinente, la salud a su sobrino, enfermo de cáncer. Hasta hoy, aún no sé que ha pasado con ése niño, pero me sigue estremeciendo que la gente me viera como un intermediario entre Dios y ellos, confiando en su amor infinito.
En mi primer año como Jesucristo vi muchos cambios tanto personales y como familiares, por eso me propuse a seguir mejorando, para que esta segunda vez fuera mejor.
Así intensifiqué mis horas de entrenamiento en el gimnasio, sin dejar el trabajo y las labores en casa y crianza, hasta empecé a ponerme un shampoo especial para que me creciera más el cabello.
Todo iba bien, según nosotros en el grupo de teatro que nos alistábamos, pero en el mundo las cosas empeoraban por la COVID-19, no imaginamos entonces que el problema se fuera a agravar tanto, pero nosotros teníamos ensayos con más de 50 personas, entonces SusanaDistancia todavía no estaba en el radar.
Conforme la pandemia se agravaba y los llamados de las autoridades se intensificaban a que como Pilatos, todos sin excepción nos laváramos las manos, fue que empezamos a pensar en el grupo de teatro que el viacrucis podría ser suspendido. Y así ocurrió
El 17 de Marzo, el obispo Sigifredo Noriega Barceló de la Diócesis anunció que se suspenderían los eventos mutitudinarios de la iglesia católica en la diócesis.
Entonces, mediante asamblea en donde estábamos la mayoría de los integrantes del viacrucis decidimos que se cancelaría el Juicio, Pasión y Muerte de Jesús en Fresnillo por primera vez después de 48 años consecutivos.
… Los primeros momentos
Mi esposa y mi madre se preocuparon de saber que tendrían a Jesucristo en casa, por el dolor y sacrificio que eso implicaba y porque ya habían visto a anteriores cristos cómo se preparaban.
Al principio, la invitación que me hizo el grupo de teatro no la tomé con la importancia, aún y cuando sabía que sería «la estrella», que todos los ojos estarían puestos en mí y cómo no, pues sería Jesús de Nazareth, el hijo de Dios, que se sacrificó para salvar a la humanidad hace ya más de 2 mil años.
La noticia de que una nueva persona interpretaría el papel principal, se fue regando rápidamente por lo que muchos conocidos se sorprendieron y me decían ¿ de verdad vas a interpretar a Jesús?
A mi alrededor escuché en aquél 2018 voces que me animaban y otras más me criticaron y cuestionaron cómo yo iba andar haciendo esas cosas, que según decían no iban conmigo.
En ése vaivén un día, en un rincón abandonado y descuidado del gimnasio municipal me encontré al profe Gilberto Rodarte, , experto en halterofilia quien llevó a diversos deportistas a 2 juegos panamericanos, además de haber entrenado basquetbolistas, futbolistas, triatletas…
Entonces le comenté en tono sarcástico que yo había decidido realizar un deporte que pocos, que debía alistarme porque al año siguiente, en 2019 cargaría una cruz de 110 kilogramos en un trayecto de 3 kilómetros
¿Podría ayudarme a lograr la hazaña?, le pregunté. «Representaré a Jesús de Nazareth, le dije y aceptó el reto, sin dudarlo, aunque sorprendido y con una gran sonrisa. En ése momento él entrenaba sólo a las hermanas, Larisa y Lucía Rojas, halterofilistas de alto rendimiento.
Nos sumamos a las órdenes del profe para enfocarnos en el deporte, mi esposa y mis hijas, entrenamos juntos, en familia, Cristo, a través del deporte nos unió más.
Conforme pasaban las semanas acudía más gente a entrenar, ése espacio abandonado hoy tiene más de 30 personas entrenando.
Yo acudía normalmente a trabajar en el Dif Municipal de lunes a viernes, sin que se mencionara nada sobre suspender labores a causa de la contingencia que se estaba viviendo. Mi esposa que es maestra dejó de laborar como medida de prevención y junto con mis hijas comenzaron su aislamiento en nuestro hogar tomando las medidas que las autoridades mencionaban.
Después de días en la oficina me anunciaron que se tomarían algunas medidas preventivas para evitar contagios en el personal y en la gente que acudía por algún servicio, a mí me tocaría ir a laborar un día sí y un día no, hasta la fecha es lo que estoy realizando, no muy convencido, dado que a pesar de que mi familia está aislada, yo represento un riesgo para ella, al salir de casa y tener contacto con más personas.
Con todo esto y con los lugares que acostumbrábamos a ir cerrados por la misma crisis sanitaria, teníamos mucho tiempo disponible en casa, los primeros días nos sirvieron para descansar, ver películas, platicar, mi esposa ayudaba a mis hijas en sus clases virtuales y tareas, pero aun así seguíamos con mucho tiempo libre.
Somos una familia voleibolista, los cuatro jugamos en nuestros equipos dentro de la liga municipal, también arbitro federalizado de voleibol, ¿Qué podríamos hacer? Claro un torneo de voleibol en nuestra casa, gran idea, sobre todo para motivar a nuestras hijas a seguir practicando y mejorando.
Improvisamos una pequeña cancha de voleibol en nuestro patio, el cual mide aproximadamente 9 por 4 metros, dos contra dos; perfecto para este gran torneo familiar, siendo sinceros yo pensé que jugaríamos tal vez uno o dos días pero no fue así fue tal el entusiasmo de toda la familia que todos los días jugamos cerca de dos hora.
Una de las principales reglas es estar uniformados, es por ellos que cada equipo, que por cierto diario se rotan los integrantes de estos, debe estar debidamente uniformados, para darle la formalidad necesaria a nuestro torneo. El objetivo principal: convivir.
Convertimos una crisis general y familiar en una ventaja para nosotros, dedicarnos más tiempo, hemos realizado diferentes actividades. Este momento espero que mis hijas lo recuerden como la época en que sus padres les dedicaron mucho tiempo y no como la crisis que los adultos estamos viviendo.
Agradezco mis compañeros del grupo ADELANTE en todo momento desde que los conocí, hasta ahora, me respaldaron, me cuidaron y me dieron su confianza.
Ser Cristo en un pueblo mayoritariamente católico te cambia la vida, yo juego basquetbol, voleibol, fútbol y entre mis compañeros ya no soy Jonathan, sino «El Jesús», así me dicen, la vida ya no es la misma. Es bendición