Sexto Informe de Gobierno, una experiencia agridulce
Por Gabriel Páramo///Ágora Digital
Ciudad de México,(03-09-2024).-El 1 de septiembre, nuevamente varios miles de mexicanos, sobre todo pertenecientes a clases populares, llenaron el zócalo de la Ciudad de México convocados por la figura de indiscutible liderazgo del presidente saliente Andrés Manuel López Obrador. Desde muy temprano se fue juntando la gente, de manera asombrosamente ordenada, ¡pues hasta sillas había!, junto con los infaltables vendedores ambulantes de comida –tamales, atole, café, por la mañana; nieves, refrescos y agua a lo largo del día–
También es cierto que la mayoría de los asistentes iban organizados por colonias o barrios: acá los de San Pedro Mártir; más acá los del Peñón, allá los de Iztapalapa,por organizaciones populares, por programas… todo eso que los mexicanos hemos vivido desde el porfiriato y que se ha vuelto tan caro y aparentemente tan inseparable del alma nacional: el acarreo.
Estoy seguro de que a los mexicanos nos gusta pertenecer, ir a echar relajo en grupo, ya sea que se trate del futbol, un concierto o un mitin político, pero en bola, con nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros conocidos para vernos y reconocernos en la multitud. El acarreo le sirvió al viejito tirano, a los generales revolucionarios, a los presidentes priistas y a los panistas, y ahora, al líder más líder de los últimos decenios, el tabasqueño López Obrador.
La gran mayoría de la gente recibió bien el Informe, aunque de manera acrítica. Muy pocos cuestionaron la veracidad de que el servicio médico en México haya mejorado (cuando has pasado seis horas en urgencias para que te empiecen a atender en el ISSSTE, que solo te den la mitad de los medicamentos que te corresponden, cuando tienes que esperar meses para estudios, uno tiende a pensar que esa aseveración es falsa).
Creo que a pesar de los innegables logros de la presidencia de Andrés Manuel, entre los que de ninguna manera son menores un acceso a la cultura impresionante, una Nueva Escuela Mexicana que se presenta como algo muy bienvenido, un renovado respeto por México en el ámbito internacional a base de sostener principios rectores básicos, el inicio de lo que tal vez pudiera llegar a ser un nuevo entramado social, la esperanza de que el futuro será mejor que se da en muchos sectores de la población y otros de similar envergadura.
Sin embargo, y esto es lo que me sigue preocupando, sobre todo después de presenciar el Sexto Informa de Gobierno, es la banalidad con la que se observan muchos problemas, la caída una y otra vez en fórmulas ramplonas y populacheras como el “alcen la mano los que están de acuerdo” y provocaciones innecesarias.
Me parece que este gobierno que se llena la boca diciendo que es de izquierda, es eso de lo que adolece, y aunque las derechas delirantes piensen que somos una dictadura socialcomunista, en realidad apenas llegamos a una cómoda socialdemocracia tradicional donde la rectoría del estado vive en pecaminosa convivencia con el ansia de capitales extranjeros a quienes nunca de los nunca les ha importado el bienestar de los pueblos donde multiplican sus ganancias.
Siento que vivo en un país en el que la gente pobre, vamos, el proletariado para hablar de veras en idioma izquierdas, tiene algo de esperanza en que todo irá mejor, gana un poquito más que antes y se siente más atendida, pero que el gobierno no puede esperar quedar bien lo mismo con ese pueblo que con los criminales, los gobiernos extranjeros, los capitalistas. Creo, y eso fue notorio en el Informe, que el gobierno actual carece de ideología clara, que está lleno de llamados que parecen de señor cura de ranchito, a la bondad, a los valores familiares, a la decencia.
Dice el presidente que en México los jóvenes no se drogan con drogas duras como en otros países gracias a los valores familiares, y eso no es lo que yo percibo en mi ejercicio docente universitario diario ni en las pláticas con profesoras de educación básica que sostengo casi a diario. La familia mexicana, un constructo en el que mucho tiene que ver Televisa y el PRI tradicional, conservadora y autoritaria, ya no funciona en entornos de trabajo agotador para los padres y madres de familia; el presidente, por ejemplo, cree en el fondo de su alma que los abuelos pueden cuidar a los nietos, cuando la verdad es que muchos de ellos deben trabajar porque nos robaron la posibilidad de un retiro digno.
El presidente, en su Informe y en su devenir, apela al nacionalismo, pero no busca la autosuficiencia sino la inversión extranjera; quiere mejorar la vida de los individuos mediante el asistencialismo, pero no construye instituciones fuertes, solidarias. Los trabajadores, aunque hemos visto aumentos al salario, en realidad estamos desprotegidos antes los capitalistas, y por el lado de gobierno, miles de nosotros sobrevivimos como interinos, becarios, beneficiarios de programas sociales u otras artimañas legaloides, porque no hay plazas (pero sí necesidad de gente que trabaje). Además, incluso las oficinas y entidades gubernamentales siguen con la vergüenza de aceptar subcontratados, como personal de limpieza y vigilancia, principalmente.
Presume el presidente que no se ha comprado ningún nuevo vehículo en su administración cuando, por ejemplo, se sabe que la rectora y su corte de una universidad pública nacional estrenó camionetas cuando empezó su anodina gestión. El presidente enfatiza en una idea romántica y naïve de bondad y ni establece los parámetros de una ética sólida y voltea, literalmente, la cara para no ver situaciones de corrupción e ineficiencia en todos los niveles de gobierno.
Estoy seguro de que el presidente dice mentiras puntuales porque quienes lo rodean lo engañan y, lo que es peor, él se deja engañar, que confunde la voluntad del pueblo con su propia voluntad que desprecia el disenso, no solo de la derecha lo que sería entendible, sino sobre todo de la misma izquierda, de los indígenas, de los zapatistas, de las madres buscadoras…
Por supuesto, el gobierno de AMLO es muchísimo menos malo que cualquiera de las opciones que pudimos haber tenido; también es cierto que la derecha es cada vez más mentirosa y bligerante. Por supuesto, aún hay esperanza de que Claudia Sheinbaum mejore el rumbo. No obstante, la asistencia a la concentración republicana el domingo en el zócalo me dejó un sabor bastante agridulce.