La niñez en la era digital: ¿qué se pierde en la infancia cuando se gana una pantalla?

Colima, Col,(18-10-2024).-Imagina a Mateo, un niño de 9 años que pasa horas en su tablet jugando y viendo videos. Antes, cuando su mamá lo recogía de la escuela, conversaban sobre su día, pero ahora, apenas se sienta en el auto, sus ojos ya están pegados a la pantalla. Sus calificaciones han bajado, no porque no sea inteligente, sino porque le cuesta concentrarse. En casa, su mamá nota que cada vez es más difícil involucrarlo en actividades familiares, y cuando finalmente logra que deje el dispositivo, Mateo parece irritable y desconectado. Lo que antes era una herramienta para «entretenerlo un rato» se ha convertido en una barrera invisible e insondable entre ellos.

Ahora imagina una escena común en muchas familias: es hora de la comida, el momento de reunirse y compartir el día. Sin embargo, el ambiente está lejos de ser cálido y comunicativo. Los padres intentan iniciar una conversación, pero sus hijos están completamente absortos en sus teléfonos o en sus tablets. Los intentos de comunicarse con ellos se pierden en el silencio digital. Los niños no se miran entre ellos; no hablan con sus padres, y la mesa, que solía ser el espacio de unión familiar, se ha transformado en un lugar de aislamiento. Aunque todos están físicamente presentes, emocionalmente parecen estar en mundos separados, sumergidos en las pantallas.

Estos dos ejemplos reflejan una realidad cada vez más común en muchas familias tanto en México como alrededor del mundo: el creciente uso de dispositivos móviles y la exposición intensa a pantallas entre los niños y su tremendo impacto en la dinámica familiar, el desarrollo social, emocional, así como en el aprendizaje.

¿Por qué hablar sobre el uso de dispositivos móviles en la infancia?

El uso de esta clase de aparatos se ha vuelto omnipresente en nuestras vidas. Lo que comenzó como una herramienta para facilitar la comunicación, que resultaron esenciales sobre todo durante la reciente pandemia, y que permiten un acceso más rápido y evolucionado a todo tipo de información, ahora se ha convertido en una parte fundamental de la vida cotidiana, especialmente para los niños y las niñas. Según estudios recientes, los niños están pasando más tiempo que nunca frente a diversas pantallas, lo que plantea preguntas importantes sobre cómo esto está afectando su desarrollo integral.

Al respecto, la Organización Mundial de la Salud publicó en el 2019 una serie de recomendaciones, entre las cuales señala que los menores de dos años no deben estar expuestos a pantallas; entre los tres y cuatro años no deben pasar más de una hora frente a ellas, pues su uso, además del impacto en el desarrollo, se asocia al sedentarismo, lo cual, a su vez, afecta de manera significativa el desarrollo físico, mental, emocional y social.

Hablar sobre el uso de dispositivos móviles en la infancia no se limita simplemente a un tema de preocupación tecnológica, sino se trata de una cuestión que toca profundamente aspectos del desarrollo emocional, social y cognitivo. Durante los primeros años de vida, el cerebro de los niños es altamente maleable; lo que experimentan en estos años críticos influye en cómo se desarrollarán más adelante. Si bien la tecnología ofrece muchos beneficios, el uso excesivo o inadecuado puede tener consecuencias significativas, tanto en la infancia como en la vida adulta.

Efectos en el desarrollo en la infancia

El desarrollo infantil está profundamente influenciado por las interacciones sociales y la estimulación del entorno. Las experiencias que los niños y las niñas viven en sus primeros años sientan las bases para su desarrollo cognitivo, emocional y social. Los dispositivos móviles, cuando se usan en exceso, pueden interrumpir estos procesos naturales, pues tienen, sobre todo, un impacto en el desarrollo de la corteza prefrontal, el área del cerebro de la que dependen la atención, la memoria, la resolución de problemas, entre otras importantes funciones superiores.

El uso prolongado de dispositivos puede afectar la capacidad infantil para concentrarse y prestar atención. Los juegos y aplicaciones a menudo están diseñados para proporcionar recompensas inmediatas, lo que puede dificultar que se desarrolle tolerancia a la frustración, la paciencia y se convierten en un obstáculo para desarrollar la curiosidad natural. Además, la exposición constante a pantallas puede afectar la calidad del sueño, ya que la luz azul emitida por los dispositivos interfiere con los ritmos circadianos. Los menores que no descansan lo suficiente pueden mostrar irritabilidad, falta de concentración y problemas en su rendimiento académico.

En cuanto al desarrollo motor, el tiempo que se pasa frente a las pantallas es tiempo que no se está dedicando a actividades físicas. El movimiento es esencial para el desarrollo de habilidades motoras gruesas y finas y la falta de actividad, el sedentarismo, puede contribuir a problemas de salud como el sobrepeso.

Efectos en la socialización

La socialización es una parte crucial del crecimiento y los menores aprenden a través de las interacciones con otros cómo comunicarse, resolver problemas y desarrollar empatía. Sin embargo, el uso excesivo de dispositivos móviles puede interferir con estas interacciones. En lugar de jugar con otros niños y niñas o participar en actividades familiares, muchos pequeños prefieren estar frente a una pantalla ininterrumpidamente.

Cuando los infantes están sumergidos en sus dispositivos, pierden oportunidades valiosas para aprender habilidades sociales. No practican la comunicación cara a cara ni experimentan las emociones que surgen al resolver un conflicto con un amigo o al compartir una alegría en persona. A largo plazo, esto puede llevar a dificultades en la creación y el mantenimiento de relaciones interpersonales, tanto en la infancia como en la adultez.

Además, el uso constante de redes sociales o aplicaciones desde las cuales se expone a los niños a contenido poco adecuado o a la validación a través de «likes» puede fomentar una dependencia emocional y una baja autoestima, ya que su percepción de valor personal se asocia a la aprobación digital.

En su libro Recupera tu mente, reconquista tu vida, la psiquiatra Marian Rojas (2024) explica a detalle los múltiples efectos dañinos que el uso excesivo o a temprana edad de pantallas provoca en las personas; llama la atención, hablando de socialización, que durante la adolescencia la conexión real es la que realmente ayuda en este proceso; lamentablemente, los dispositivos móviles están siendo un obstáculo para que niñas, niños y jóvenes pasen más tiempo en espacios reales de interacción.

Desarrollo de adicciones

El uso de dispositivos móviles puede ser adictivo, especialmente en la infancia. Las aplicaciones, los juegos y las redes sociales están diseñados para captar y mantener la atención de los usuarios, lo que puede llevar a un ciclo de uso excesivo. Para los menores, cuyo autocontrol aún está en desarrollo, esto puede ser particularmente problemático.

El ciclo de recompensa instantánea que ofrecen muchos de estos dispositivos puede hacer que los niños se vuelvan dependientes de la estimulación constante. Cuando se les priva de sus dispositivos, es común que experimenten frustración, irritabilidad e incluso síntomas de abstinencia, como la incapacidad de relajarse o de concentrarse en otras actividades. En casos extremos, el uso incontrolado de dispositivos puede derivar en una adicción, similar a la que se experimenta con sustancias.

El riesgo de adicción también se ve agravado por el hecho de que muchos padres y madres utilizan los dispositivos móviles como una «solución rápida» para calmar o entretener a sus hijos e hijas. Si bien ésta puede ser una opción conveniente en momentos de estrés, a largo plazo puede enseñar a los infantes que los dispositivos son una vía de escape ante cualquier emoción incómoda, lo que dificulta que desarrollen estrategias saludables de autorregulación emocional.

Efectos en el aprendizaje

El uso desmesurado de pantallas también tiene un impacto directo en el aprendizaje. Si bien es cierto que existen aplicaciones educativas y plataformas que pueden enriquecer el aprendizaje, el uso excesivo y sin supervisión puede tener efectos contrarios.

Los niños y las niñas que pasan más tiempo frente a pantallas suelen tener más dificultades para concentrarse en tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido. Además, la multitarea, como ver videos mientras hacen tareas, puede reducir la capacidad para comprender y para procesar la información de manera efectiva. La sobreestimulación constante puede afectar la capacidad del cerebro para crear conexiones profundas, lo que es esencial para el aprendizaje a largo plazo.

Igual de grave resulta el hecho de que el uso de dispositivos móviles o la exposición intensa a pantallas pueden disminuir la curiosidad natural durante la infancia. En lugar de explorar su entorno y hacerse preguntas sobre el mundo que los rodea, muchos menores se conforman con las respuestas rápidas y fáciles que encuentran en Internet. Esta falta de exploración activa puede limitar su capacidad para desarrollar habilidades de resolución de problemas y pensamiento crítico. Como afirma Marián Rojas: “el mundo de la pantalla en la educación no mejora el aprendizaje”.

Recomendaciones para madres, padres y docentes

Dado el impacto que el uso de dispositivos móviles puede tener en el desarrollo infantil, es crucial que madres, padres y docentes participemos de manera proactiva para garantizar que se utilicen de manera equilibrada y saludable. Quizá la primera revisión debería ser personal, reconociendo la manera en la que interactuamos con las pantallas, pues desde esta experiencia pueden surgir reflexiones y señales de alerta. A continuación, a manera de preguntas y de propuestas prácticas, sugiero algunos puntos que pueden brindar un camino para la regulación y un mejor uso de pantallas.

¿Cuánto tiempo pasamos en las pantallas? Es fundamental definir límites claros sobre el lapso que se puede pasar frente a los dispositivos; si bien se han convertido en una herramienta educativa o para el trabajo, es crucial que su uso sea adecaudo para la edad y las necesidades, cuidando que no se sacrifiquen procesos de gran relevancia para el desarrollo, como ya se mencionó.

¿Promovemos tiempo en familia sin dispositivos? Los momentos de convivencia, como las comidas o las actividades familiares, deben ser libres de dispositivos. Esto fomenta la interacción cara a cara y fortalece los lazos familiares. Además, recordemos que los niños y las niñas necesitan tiempo para jugar, para interactuar con otros y para participar en actividades físicas. Estas experiencias son esenciales para su desarrollo emocional, social y físico.

¿Educamos sobre el uso consciente de la tecnología? A medida que los pequeños y las pequeñas crecen, es importante enseñarles a usar la tecnología de manera consciente. Esto incluye hablar sobre los riesgos de la sobreexposición, el contenido inapropiado y la necesidad de desconectarse. Las personas adultas también debemos ser conscientes del propio uso de dispositivos, pues los menores aprenden observando: si ven que padres, madres o docentes están constantemente pegados a una pantalla, es más probable que adopten el mismo comportamiento.

¿Fomentamos el diálogo sobre las emociones? Es importante que niños, niñas y adolescentes aprendan a expresar cómo se sienten sin depender de un dispositivo para distraerse de sus emociones. Hablar sobre lo que sienten y cómo manejar esas emociones es esencial para su desarrollo emocional. Ya desde el 2004 el psicólogo Gordon Neufeld y el psiquiatra Gabor Maté, especialistas en desarrollo, señalaban que “el momento adecuado para la conexión digital llega cuando el niño está lo suficientemente desarrollado y maduro para preservar su propia personalidad”; para ello, además, se requiere de una cercanía con las personas adultas.

Como puede apreciarse, el uso de dispositivos móviles en la infancia es un tema que merece una reflexión cuidadosa. Si bien la tecnología es parte integral de nuestras vidas y puede ser una herramienta valiosa, su uso excesivo o inadecuado puede tener efectos negativos en el desarrollo infantil. Madres, padres y docentes tenemos un papel fundamental en guiar a las nuevas generaciones hacia un uso saludable y equilibrado de la tecnología, promoviendo actividades que estimulen su desarrollo físico, social y emocional. Es momento de tomar conciencia sobre la influencia de los dispositivos móviles y actuar de manera preventiva para asegurar un desarrollo sano y equilibrado durante la niñez.

La responsabilidad que tenemos como personas adultas no sólo consiste en regular el uso de los dispositivos móviles, sino también fomentar y cuidar los espacios de conexión real, el acompañamiento genuino, tanto en lo individual como en lo social. La presencia física y emocional es fundamental para el desarrollo infantil. Cuando niños, niñas y adolescentes crecen con personas adultas que están realmente presentes, que les escuchan, les miran a los ojos, les abrazan, están creando lazos de apego que son la base de una salud emocional sólida. El apego seguro, que se construye a través del contacto, la atención y el apoyo constante, les brinda la confianza para explorar el mundo con seguridad, enfrentar sus miedos y gestionar sus emociones de manera saludable.

Si bien las pantallas ofrecen entretenimiento y conexión, nunca podrán sustituir el valor de una conversación cara a cara ni una caminata en la naturaleza, o el simple acto de estar presentes en las experiencias cotidianas. Estos momentos no fortalecen solamente los lazos familiares, sino que también enseñan el poder del contacto humano y las relaciones sociales saludables.

Permitir que las pantallas ocupen el espacio de estas interacciones está teniendo consecuencias graves. La falta de contacto humano, de apego, favorece la ansiedad, la sensación de inseguridad, las dificultades para regular emociones y los problemas para desarrollar relaciones saludables en el futuro. Además, en lo social, los individuos que no experimentan suficiente interacción directa pueden crecer desconectados de la empatía, de la comunicación efectiva, así como de la capacidad para resolver conflictos cara a cara.

En nuestras manos está evitar este escenario. Si no asumimos nuestra responsabilidad de estar presentes y de regular el uso de la tecnología, podríamos estar comprometiendo no sólo la vida en la infancia, sino también la capacidad humana para relacionarse con el mundo de manera plena y saludable. En lugar de eso, debemos ofrecer a la niñez un entorno a partir del cual el contacto y el apego seguro sigan siendo las piedras angulares del desarrollo emocional y social.

Más información

La autora es profesora e investigadora de la Universidad de Colima. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores de CONAHCYT. Sus líneas de investigación son: procesos y prácticas educativas, educación e intervención en contextos comunitarios y desarrollo saludable.

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