Los microbuses de CDMX
Por Gabriel Páramo///Ágora Digital
Mercurio
Ciudad de México,(10-03-2023).-Temprano y de malas. Al menos, una hora de camino para llegar al metro, aunque el trayecto sea apenas de unos 10 kilómetros. Si tienes suerte, mucha, podrás enrollarte en alguno de los asientos diseñados por alguien con nulo conocimiento de la anatomía humana; si no, irás de pie, agarrándote como sea para no caerte en los frenazos y acelerones constantes. Sin embargo, tendrás tiempo, mucho, para disfrutar de la paradoja de que el autobús puede estar repleto por adelante y, según el chofer y sus cacharpos (como se les dice a sus acompañantes y/o ayudantes), al fondo siempre hay lugar, aunque estén dejando subir pasajeros por la puerta trasera. Por las noches el trayecto de regreso es igual aunque, eso sí, mucho más tardado. Por cierto, el resto de mi trayecto diario, que hago en metro, es del doble de la distancia, pero salvo casos excepcionales, se recorre en unos 45 minutos, tomando en cuenta que debe hacerse un transbordo. Y, por favor, que no me digan que por qué no me mudo cerca del trabajo. Ya lo ha expresado Cristina Pacheco con su “aquí nos tocó vivir”.
Venus
Algunos opinan que los microbuses que utilizo se encuentran entre los “mejores” de la CDMX. Este transporte privado se caracteriza, en muchísimas zonas, por ser blanco de asaltantes que no tienen recato en robar e, incluso, lesionar o matar al pasaje que se enfrente a ellos o no sea suficientemente rápido para entregar sus pertenencias. Tampoco son entre los que más accidentes sufren, entre los más de 16 millones de viajes al día que se realizan en la Ciudad y su área conurbada. Sin embargo, el viaje está lejos de ser placentero o representar una experiencia mística de tranquilidad.
Tierra
Eso sí, los microbuseros son grandes amantes de la música, generalmente escuchada en volúmenes ensordecedores y bocinas más o menos eficientes, que permiten escuchar literalmente todo género de obras no solo con los oídos, sino con el cerebro entero y las tipas. Y antes de que me acusen de clasista, puedo asegurar que en estos microbuses he tenido ¿la oportunidad? de escuchar lo mismo obras de Bach (cortesía de un chofer que estúpidamente sueña que es nazi y tiene pintadas suásticas), hasta música regional mexicana (como ahora se le denomina), cumbias, salsa, canto de protesta, rock pesado y ligero, pop… Sin embargo, creo que la experiencia más extrema hasta el momento ocurrió hoy en el que el chofer traía un acompañante que olía a bolsa de basura y escuchaba videos de YouTube a todo volumen en una bocina bluetooth, mientras se paseaba por todo el micro.
Marte
Desde 1981 hasta 1995 funcionó en el entonces Distrito Federal un servicio público de transporte de pasajeros de gran calidad y eficiencia, el organismo público descentralizado Autobuses Urbanos de Pasajeros Ruta 100, que acabó con el entonces todopoderoso “pulpo camionero” y a la vez que brindó transporte seguro y barato a millones de mexicanos de todos los rumbos de la Ciudad de México, logró dar a sus trabajadores seguridad, salarios justos y prestaciones adecuadas para el trabajo que realizaban. Yo fui testigo del final de esta historia, como jefe del departamento de publicaciones de R-100 y fui testigo de la quiebra sospechosa y el otorgamiento de concesiones sí, a los herederos del “pulpo”.
Cinturón de asteroides
Desde ese año no ha vuelto a haber un sistema de transporte público a la altura de las necesidades de una de las ciudades más grandes e importantes del mundo. El metro se desatendió hasta quedar más o menos en ruinas; existen colonias sin transporte, salvo taxis piratas muy caros y sin regulación; no hay una verdadera red, y la gente, día con día, tiene que sufrir innecesariamente molestias y pasar por peligros que no deberían existir.
Júpiter Porque tampoco es justo ni correcto acusar de todos los males a los conductores. La gran mayoría de ellos son empleados, no dueños, de los vehículos que manejan. Deben pagar cuentas muy altas, refacciones, combustible y hacer otros gastos antes de haber reunido lo del día para ellos y sus familias, por lo que alargan todo lo que pueden sus jornadas laborales, minimizan en gastos (incluyendo refacciones) y están sometidos a tensiones que van minando su salud. Por todo eso, no es de extrañar que muchas veces muestren poca empatía con el pasaje, escuchen música estruendosa o traten de subir un pasajero más allá del máximo físico que soportan sus unidades