Pedro Eugenio Páramo Chávez

Pedro Eugenio Páramo Chávez, gracias por tu vida y enseñanzas.

Por Gabriel Páramo ///Ágora Digital

Mercurio

Ciudad de México,(02-03-2023).-Mi hermano Pedro Eugenio acaba de morir. Mi hermano y yo conocimos juntos el foro donde Bruto y sus coaligados mataron a Julio César, en la versión shakesperiana de mi papá; vimos las hordas cristianas tomar Jerusalén en los dioramas que armábamos muy chicos en la mesa del comedor; él y yo viajamos con Jasón y los argonautas en busca del vellocino de oro… Eugenio y yo vimos cientos de películas de Tarzán, del oeste, de aventuras y, sobre todo, de ciencia ficción; también, compartimos Pérdidos en el espacio, Godzilla, Ultramán y tantos programas de una niñez mágica y asombrosa.

Venus

Cuando éramos muy chicos, Eugenio nos contaba a menudo, el cuento de don Puntual y a pesar de que sabíamos la historia y el desenlace lograba asustarnos y ponernos nerviosos en las noches de la Ciudad de México de hace medio siglo. Yo creo que, en gran medida, he podido escribir cuentos y otras historias gracias a esas veladas. Con Eugenio compartí una niñez y juventud llena de fuerza. En una ocasión, con mi hermano Guillermo nos subimos los tres a su Volkswagen color café con leche y fuimos a las playas del Pacífico, sin tener idea de lo que estábamos haciendo. Regresamos con quemaduras en la piel, sal en todo el cuerpo y la mente llena de imágenes y sensaciones que siguen tan vivas como en el momento en que se dieron.

Tierra

Yo siempre he sostenido que mi hermano tenía el síndrome de Hemingway, entendido como la necesidad de brindar una imagen ruda, un tanto salvaje, alejada de cualquier interés cultural, pero que, en la realidad, como el escritor, era un ávido lector en secreto, interesado tanto por la ficción como por la ciencia y demás manifestaciones humanas. Más de una vez me asombró con sus conocimientos de ciencia ficción y de historia, mismos que se hacían más evidentes cuando discutíamos que cuando estábamos de acuerdo. Porque, sí, siempre discutimos, en ocasiones acaloradamente, acerca de cualquier tema.

Marte

La muerte de mi hermano me deja desolado. Siento que una parte de mí se ha ido. ¿Dónde quedarán las aventuras, el gusto por el mar, las historias fantásticas? ¿Dónde se ha ido el hombre que fue capaz de suturarse una herida de anzuelo con la propia línea de pescar; que afirmaba haber peleado con tiburones? Lo que sí sé es que él siempre decía que uno permanece vivo cuando los demás lo recordamos, y eso es lo que quiero, que todos lo conozcan y lo recuerden.

Cinturón de asteroides

Yadira Lira, la mejor amiga que cualquiera pudiera desear, me compartió un texto de Francisco O’Reilly para reflexionar sobre la muerte de mi hermano, pocas horas después de que esta ocurriera. “La muerte de un ser querido es la muerte de un bien presente en nuestra vida. La experiencia de esa muerte no tiene mucho que ver, como dicen los estoicos, con no aceptar que no estaba en nuestro poder que viva para siempre, sino con la evidencia de que su vida fue para nosotros una experiencia positiva, un bien que nos permita seguir adelante. Para que el estoicismo funcione debo educarme en la ceguera del bien perdido. Por eso, si bien es importante preparase para lo difícil, y cultivar la fortaleza para enfrentar el mal, esto nunca puede ir de la mano con la negación del bien que vivimos”.

Júpiter

Pero, sobre todo, Yadira me escribió: “Ya sabes, todos tenemos que morir en algún momento, pero cuando un ser querido se va, hay que agradecer haberlo tenido en la vida, aunque sea por un momento y haber disfrutado la vida a su lado”. Y yo agradezco por la vida de Pedro Eugenio y lo que compartimos.