Trampa para cazar mamuts
Por Gabriel Páramo///Ágora Digital
Mercurio
Ciudad de México,(03-03-2024).-Hace unos días me tropecé en la calle y caí. Me golpeé fuerte en la rodilla derecha, el hombro y el orgullo. Cuando estaba tirado, como alfombra de oso en casa de rico regio, se me acercó una señora con dos perritos. Los cachorros se me quedaron viendo con esa cara que ponen los canes cuando algo los desconcierta, una mezcla de curiosidad, extrañeza y un poco de pena ajena. Seguramente, en su idioma perro se estaban burlando del humano tirado en el suelo. La señora que llevaba los perritos tenía cara compungida y me preguntó lo típico que un chilango va a expresar en esos momentos: “Señor, ¿se cayó?”.
Venus
“No, señora, estoy viendo la unión del edificio con la banqueta”, dan ganas de responderle, pero en realidad tampoco es para tanto. El problema es estar ahí, en el suelo, viendo a nivel realidad lo mal realizadas que están las banquetas (ni siquiera se me ocurre en pensar en “diseñadas” porque es más evidente que carecen de diseño alguno). La señora madre de la obviedad se observa preocupada, tal vez más que sus perritos. En eso, se acerca un joven que se ve que apenas llega al trabajo. Recién bañado, bien arreglado, se esfuerza en ayudarme a ponerme de pie. Le cuesta trabajo mi pesada humanidad, pero se esfuerza y su voluntad se agradece.
Tierra
El joven y la señora, también los perritos, me miran preocupados. “¿Está bien? ¿Necesita algo? ¿Por qué no se sienta un momento?”, me bombardean con preguntas. Me duele mucho la rodilla (sospecho en ese momento, y lo confirmaré conforme pasen las horas, que más me dolerá después), pero también me duele el orgullo. “Estoy bien, mejor me doy prisa, no se me vaya a ir el transporte”, respondo con una seguridad bien patética, y me voy cojeando, con los pantalones llenos de tierra hasta la parada de los microbuses.
Marte
Afortunadamente, hay poca cola y el vehículo llega rápido. Me siento y acomodo malamente la rodilla no tan dañada y la lastimada, y me dispongo a la hora de camino en un vehículo que no está diseñado para transportar seres humanos sanos con dignidad y, mucho menos, viejillos torpes recién caídos. El microbús empieza su camino, lleno de enfrenones, gente angustiada por llegar a su trabajo, madres cansadas con sus hijos rumbo a la escuela, música horrenda (en esta ocasión, la selección es de canciones de fusión corrido tumbado-trap) y vendedores ambulantes.
Cinturón de asteroides
Compa, ¿qué le parece esa morra?/ La que anda bailando sola me gusta pa’ mí/ Bella, ella sabe que está buena/ Que todos andan mirándola cómo baila/ Me acerco y le tiro todo un verbo/ Tomamos tragos sin peros, solo tentación (“Ella baila sola” de la banda estadounidense Eslabón Armado y Peso Pluma, compuesta por Pedro Julián Tovar). Voy escuchando esta joya de la poesía vernácula del siglo XXI mientras va creciendo el dolor en la zona golpeada; medio adormilado, pienso si no habré muerto en la caída y estaré en el infierno (por todos tan temido). Es jueves, para el viernes duele de manera realmente intensa, pero luego empieza a mejorar
Júpiter
Menos adolorido, regreso días después a inspeccionar el lugar del accidente. La guarda de la banqueta sobresale como diez centímetros de la banqueta en sí, en una calle bastante inclinada. La acera es dispareja y hay una tapa de coladera, nuevecita, que sobresale bastante del nivel del piso. Si ese fuera el diseño para una trampa de mamuts o de osos, sería muy efectivo; ahora, si pensamos que es una banqueta en una calle muy transitada de la colonia popular donde vivo…