Victoria Riva Palacio «vuela» con la danza hacia un cambio social por la naturaleza

Por Gerardo Romo/// Ágora Digital- fotos: Cortesía
Ciudad de México,(09-06-2025).- ¿Qué pasaría si los humanos pudiéramos volar y las aves pudieran hablar?»
Esa pregunta hizo que Victoria Riva Palacio Nieto, bailarina desde niña y una artista que ve en la danza un instrumento de cambio social y recuperación de la otredad despertando la empatía creara su nueva obra COREOGRAF-IA
En ella aborda la conservación del medio ambiente, el peligro en extinción en el que viven algunas aves, los efectos negativos del cambio climático y la migración, combinando el cuerpo humano con el de las aves.
A través de la danza, ella busca sensibilizar sobre la migración, enfatizando que no es voluntaria, ni para las aves ni para los humanos, y fomenta el pensamiento crítico.
La obra, relata en entrevista, surgió de la observación de aves en el río Guadalquivir en Córdoba, España, donde vivió anteriormente, notó cómo los fuegos artificiales de la feria de Córdoba afectaban a las aves, lo que la llevó a reflexionar sobre el antropocentrismo.
En su obra, explora la migración como un fenómeno que obliga a las personas a moverse y a construir nuevas identidades en nuevos lugares, similar a lo que experimentan las aves. Resalta la interconexión entre todos los seres vivos y el planeta, así como la necesidad de cuidarnos mutuamente.
Para la creación de esta obra, que aún está en proceso, ha investigado el movimiento y la anatomía de las aves, colaborando con la Universidad de Córdoba (en los departamentos de veterinaria, biología y programación).
Utiliza tecnología de inteligencia artificial donde una cámara lee el movimiento de las bailarinas en tiempo real y proyecta aves que se mueven al compás de sus articulaciones, creando una estela de movimiento.
También interactúa con el público, invitándolos a «volar» con la cámara web y luego a reflexionar sobre la migración, utilizando cajas de cartón como elemento escénico.

La experiencia de observar a las aves in situ fue fundamental y desafiante; incluso llegó a rescatar y rehabilitar a un polluelo en su casa. También grabó los sonidos de las aves, que son utilizados en la música y a través de sensores de movimiento que permiten sonar a las aves al mover las muñecas.
El trabajo de observación de las aves le llevó poco más de tres meses, les tomó fotografías, todo con el objetivo de poder recrear de la mejor manera sus movimientos y convertirse ella en una ave con pies y manos en el escenario.
Aunque la obra no está terminada en cuanto a vestuario y música, la coreografía y la interpretación están avanzadas.
A Victoria la acompañan en el escenario de COREOGRAF-IA la también bailarina Eli Campos Ortega. En la coreografía Guillermo Castro Buendía, en Programación en Ingeniería, Manuel Jesús Martín Jiménez y en Diseño Sonoro: José María Pérez- Flor Mejías y en producción audiovisual la Asociación Intr:Muros.
Esta puesta en escena ha sido para Victoria todo un reto profesional y técnico, hace no mucho presentó la obra en Casa México en Madrid y a pesar de los contratiempos, se sintió satisfecha por lo que una migrante que vio la obra le comentó
«Una señora vino y me dijo que ella es migrante aquí en España y que ella había entendido perfecto el mensaje, ese desarraigo que planteas en la obra, yo lo siento todos los días.» Y entonces la artista sintió que la obra va por buen camino, que puede cumplir su objetivo.
Desde niña, Victoria Riva Palacio se ha dedicado a la danza, explorando el ballet clásico, el jazz y finalmente la danza contemporánea.
Para ella, la danza no es solo movimiento, sino una forma de expresar lo que vive, siente y ve, buscando plasmar e interpretar la realidad para generar experiencias significativas en el espectador que lo lleven a la reflexión y un cambio de actitud que produzca por qué no empatía y transformación.
«La danza une a las personas, y lo ideal es que después de que veas una función, no salgas siendo la misma persona, que cuando entraste, que la danza sea una forma de cambio social profundo», desea.
Sus principales formadoras fueron Ana del Linton, una maestra mexicana que la acompañó en sus proyectos profesionales, impulsándola a cuestionarse y a descubrir su identidad en la danza , y una profesora inglesa quien le enseñó que «la danza es difícil, la danza toma tiempo». Y Victoria aceptó el reto de dedicarle su vida a esta forma de arte.
Victoria concibe la danza como una herramienta para la conciencia y transformación social. Busca generar experiencias significativas en el espectador, que lo hagan reflexionar sobre temas que quizás no había considerado antes.

El cuerpo
Para Riva Palacio el cuerpo es su ser y principal herramienta de expresión.
Lo cuida no solo físicamente, sino también emocional y espiritualmente, reconociendo que todo está unido en el cuerpo. Entiende que el cuerpo cambia con la edad y requiere diferentes cuidados, y que la danza le permite transformarse y sentir una gran satisfacción al encarnar personajes y emociones. Destaca la importancia de la autoaceptación, la honestidad y la humildad en su trabajo corporal.
«El cuerpo lo es todo, es mi propio ser, es una una unidad donde se encuentra contenido todo: la mente, las emociones y el espíritu», explica.
Para Victoria el cuerpo es expresión, habla con él, expresa emociones, encarna personajes y situaciones.
Reconoce que el cuerpo cambia con la edad, por lo que los cuidados deben adaptarse; por ejemplo, ahora requiere calentar y estirar de otras maneras debido a dolores en rodillas o piernas.
Para ella, una gran satisfacción es la experiencia de transformación que ocurre en el cuerpo durante una función.
«Sentir que pudo hacer algo y encarnar un personaje es una forma de apapachar el cuerpo», afirma.
Y considera que la aceptación propia, la honestidad y la humildad son fundamentales para el trabajo de interpretación, buscando siempre la «verdad» en cada movimiento.
«Volar» en la danza para ella significa libertad y la capacidad de compartir esa libertad con el público, invitándolos a jugar, imaginar y cuestionarse.
Ella cree que las artes vivas, como la danza, dejan una huella imborrable en el espectador, transformando algo en su corazón.
«Aspiro a seguir volando y ayudar a otras y otros a volar», confía
