Un poetaxi recorre la ciudad más grande del mundo
Por Gerardo Romo/// Ágora Digital
Ciudad de México.- Si subes al taxi de Juan Manuel Landeros vivirás una experiencia distinta.
-La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas-
Este poema de Federico García Lorca está inscrito en el respaldo del asiento del copiloto, lo lees al abordar el taxi marcado con las placas A-6976-J
Según el Módulo sobre lectura (MOLEC) del INEGI, dada a conocer en Octubre de 2018, sólo el 42 por ciento de la población dijo haber leído un libro en el último año y el 48 por ciento de los mexicanos aseguran no tener tiempo para leer.
¿Qué puedo hacer para difundir la lectura?, se preguntó Juan Manuel hace 12 años, cuando se inició en el mundo del volante.
Buscaba hacer con su oficio algo fuera de lo común y se convirtió en el primer taxi librería de la ciudad más grande del mundo.
….El inicio
Apenas Juan Manuel pensó la idea y al poco tiempo el destino, la vida o la bendita casualidad hizo que el escritor Eusebio Ruvalcaba acompañado de su hija Érika lo abordaran para que los llevara al CCH sur, donde la joven cursaba preparatoria.
En el trayecto se escuchaba música clásica, una de las pasiones de Ruvalcaba, de ambos, así que encontraron en la melanomanía compartida el hilo de la empatía, dialogaron, simpatizaron, el escritor le pidió su número telefónico y se hizo su cliente frecuente.
Así, en alguno de los recurrentes servicios, en un momento, Landeros le contó la idea de convertir su taxi en librería.
Al escritor le simpatizó la inquietud, fue su principal aliado. Le regaló libros de su autoría, fueron los primeros que nutrieron la iniciativa, el asiento del copiloto con títulos como El arte de mentir, Gusanos, Tarzán no ha muerto, marcaron la travesía del taxi Libre-ría.
Nació entre ambos una amistad entrañable, el escritor oriundo de Guadalajara acercó a su amigo con otros de sus colegas como Carlos López, José Antonio Urrea y Samuel Segura, quienes le regalaron sus libros para que los difundiera entre la gente que transportaba a diario de 6 de la mañana a 9 de la noche del sitio de Perisur hacia cualquier parte.
“Te los regalamos y nos ayudas a que conozcan lo que escribimos”, le decían los autores.
Al ir por las calles y levantar pasajeros, de inmediato Landeros ofrecía un libro y las personas lo leían en el trayecto y salían con un semblante tranquilo a pesar del tráfico, el bullicio y las preocupaciones, la lectura causaba en ellos una suerte de relajante muscular que les apaciguaba.
Luego, Juan Manuel ahorró dinero y diversificó su oferta literaria al grado de adquirir material infantil, pues en las mañanas sus principales servicios eran a mamás que lo abordaban para llevar a sus hijos e hijas pequeños a la primaria.
Eusebio Ruvalcaba llegó a definir la experiencia de viaje en el peculiar taxi de su amigo como ingresar a una burbuja, aislarse del exterior y empezar a relajarse.
-Yo lo que busco es compartir mi gusto por la lectura con las personas- asegura Juan Manuel con la mirada al frente y sus manos relajadas al volante.
El taxi librería permaneció de 2007 a 2013, Juan Manuel no pudo sostenerla por falta de recursos y a pesar de que un tiempo, la librería del Fondo de Cultura Económica del Centro de Tlalpan le hacía descuentos.
Buscó apoyo en diferentes instancias, e incluso llegó a tocar las puertas de la Brigada para leer en Libertad que encabeza Paco Ignacio Taibo II, no tuvo éxito.
…No morir en el intento
Juan Manuel no dejó de buscar y de 2008 a la fecha la Taxi Librería se convirtió en Poetaxi.
En la guantera lleva algunas hojas con diversos poemas como Oración de un desocupado, de Juan Gelman, Cómo ser perfecto de Rudyard Kipling, Los Heraldos negros de César Vallejo o Padre Nuestro de Nicanor Parra.
Los poemas están anunciados en un listado visible al pasajero a quien se le pide de favor “No lo considere un acoso textual”.
La lista puede cambiar cada mes o dos, meses, o cada vez que la demanda agota el ramillete de creaciones literarias que lleva consigo este promotor de la palabra.
El hombre de voz pausada y pelo blanco, a los 7 años descubrió caminando por los rumbos del sur de la ciudad, cerquita de San Fernando y 11 Mártires un local de libros usados y viejos, ahí comenzó su amor por las letras.
Ha leído pocos libros -no más de cien-, dice.
Aunque la mayoría son los llamados clásicos. Su autor preferido es Fedor Dostoievski de quien le atrae la manera como aborda la creencia o no de la raza humana en la idea de Dios reflejada en Los hermanos Karamazov.
-No soy creyente, si existiera (Dios) sería como cualquiera de los amigos que yo tengo-, afirma Landeros.
Él seguirá por las calles descubriendo sobre ruedas los misterios de lo cotidiano, de las personas, de la ciudad y sus mundos.