Más allá de la calle: Fomentar el respeto por los animales

Por Blanca Flor Ramírez Solís/// Ágora Digital
Colima,(16-05-2025).-Crecer en el campo, entre árboles y animales te hace valorar tu entorno, idolatrarlo y honrarlo, pero también creces creyendo que la civilidad existe en todos lados, que el amor y el respeto por la naturaleza es universal y, lamentablemente, no es así.
También en los entornos más desarrollados, o menos campestres, podemos encontrarnos situaciones dolorosas respecto a la falta de humanidad y solidaridad, pues es en las ciudades donde existe mayor cantidad de mascotas sufriendo, siendo abandonadas cada día sin remordimientos o compasión.
Es cierto que vivir con valores no depende de agentes externos, se debe educar desde la infancia, padres, maestros o tutores tienen la responsabilidad de hacerlo con el vivo ejemplo que, a la larga, se traduce en lo que esos niños harán de su entorno, si ven cómo tratan a los animales, si les muestran que se les ama, procura, respeta y protege replicará eso mismo y ahí comenzará un cambio. Uno necesario, urgente para ser más puntuales. Un cambio que debe surgir de forma individual. El camino es mostrar que todos los seres vivos merecen respeto, amor y trato digno.
El señor Sergio fue a la tienda y vio varios cachorros en una caja que tenía un letrero grande que decía: Se regalan perritos y al acercarse le gustó uno de color blanco, era de peluche y se parecía al de un comercial famoso, pensó que podía ser el regalo para su hija y lo sacó de la caja. Preguntó si debía pagar algo y le dijeron que no, solamente que no tenía ni vacunas ni estaba desparasitado ni nada. Contento por la ganga se fue a su casa. Elena, una niña de dos años recibió un perrito del tamaño de un juguete que brincaba y la llenaba de besos pues aún buscaba alimentarse de su mamá al ser separado tan pequeño.
La nombraron güera, una perrita cariñosa y dócil, jugaba con la niña y corría tras sus huellas, inseparables hasta que la güerita comenzó a crecer y pasados cuatro meses ya tiraba a la pequeña cuando corría hacia ella para llenarla de besos y desconociendo que mientras ella crece fuerte y más juguetona, Elena sigue teniendo dos años y apenas puede resistir cada que Güera se abalanza para demostrarle su amor. Algunas veces, la traviesa de Güera ha mordido las pequeñas sandalias de Elena y la han reprendido, cada vez más duros, logrando que ella se asuste cuando la nombran y se queda bajo la mesa. Ese domingo el castigo fue diferente, Elena jugaba y la Güera, en su afán de mostrarle todo su amor, saltó desde la escalera y cayó sobre la niña azotándole la cabeza y aquello se volvió un espectáculo de llantos y gritos, la Güerita no entendía nada, pero le propinaron golpes e insultos y luego la sacaron a la calle. Ella lloraba quedito y trataba de explicar con la mirada que solo quería besar a Elena y jugar con ella, aunque fuera lenta en su caminar, ella quería acompañarla a ver la televisión y estar a su lado cuando comiera y se le cayera algún pedacito al piso para limpiar inmediatamente.
La güerita tiene unos días afuera, llora y rasca la puerta, nadie le abre, a veces se refugia debajo del carro del vecino, a veces se hace bolita junto a la puerta, esa por donde un día entró y la recibieron con tanta alegría, pero ya no se abre para ella. Su pancita hacía ruido, pero ella no encontraba su platito, la sed y el hambre le causaban dolor en las tripas, pero seguramente pronto la dejarían entrar. Los días pasaban, la puerta se abría y se cerraba, ellos, quienes eran su única familia, entraban y salían, pero se había vuelto invisible, ella brincaba al verlos, Elena sonreía, pero la tenían en brazos, no la dejaban acercarse, gritos NO, VETE, BÁJATE. Elena le extendía los brazos, Sergio la amenazaba. Todo había cambiado. Tenía hambre, frío, sed y comenzó a recorrer las calles, no conocía, había perros, gatos, gente, de todos lados la corrían. Seré muy fea, se preguntaba. Una señora tiró agua y ha quedado un charco, tomaré de ahí, pensó Güerita, el agua sabía raro pero la sed es tanta. Ni modo. En el puesto de tacos del parque se quedó esperando un plato de tacos, pero la corrieron. Esperó hasta que se fueron todos y estuvo rescatando restos de comida de la bolsa de basura que dejaron al lado de la banqueta. Otros perros llegaron y no la dejaron comer mucho. Volveré a casa, pensó. Tal vez ya esté abierto. No entendía nada.
Y así, pasaron varios días, las semanas y los meses, pero la puerta permanecía cerrada para ella. Qué habrá pasado. Seguramente la volverán a abrir.
Una mañana mientras esperaba atenta que le abrieran la puerta, comenzaron a rodearla algunos perros, unos más grandes que otros, ella nunca había visto a tantos y se asustó, pensó en Elena, corrió a la puerta y rascaba, seguro estaban dormidos y no la oían, seguro los perros querían dormir debajo de ese carro, seguro la puerta de su casa se abriría y estaría a salvo. Pero nadie abrió y los perros peleaban por ella. Por qué peleaban, Güera tenía mucho miedo, más tarde también tenía mucha hambre, las horas pasaban y ya no sabía si era hambre, sueño, sed o miedo lo que tenía, lo único que no tenía era escapatoria. Durante muchos días güerita fue el objetivo de muchos perros, ella ladraba, corría, se escondía, pero estaba nadie la veía. Nadie la oía. Nadie la ayudaba.
Unos meses más tarde la güerita despertaba en un terreno sucio, con siete cachorros que chillaban de hambre, se siente agotada, harta de ese miedo que desde hace meses es lo único que siente. Está escondida entre matorrales y basura porque hay muchos perros en la calle. Ahora ella sabe que en el mundo solo debe huir, morder, correr, esconderse. Mientras sus bebés tiran de sus tetillas, la güera les cuenta que no deben besar a ninguna Elena, ni dejarse llevar por algún Sergio, les dice bajito que en este mundo las puertas no se abren, se cierran y solo queda caminar, correr, esconderse y temer.
Según un artículo de la Revista de las Ciencias Biológicas y Agropecuarias (2023), México ocupa uno de los primeros lugares en Latinoamérica con aproximadamente 18 millones de perros, cifra que nos indica que tenemos sobrepoblación de caninos y de estos solo un 30 por ciento tienen dueño, 40 por ciento son comunitarios y otro 40 por ciento permanecen en la vía pública.
De ahí que se incrementen continuamente las cifras de animales callejeros y no solo para aquellos que ya de por sí nacieron en la calle, sino que algunos que tuvieron un hogar y luego crecen de más, aburren, rompen cosas, ladran mucho o muerden a su dueño, se hacen lentos y viejitos o cualquier otra situación que no es otra cosa que falta de empatía y respeto por la vida, y sin remordimientos, terminan abandonados.
El desconocimiento propicia que algunos de los animales de compañía que tienen dueño no reciban atención adecuada ante vacunación, esterilización y cuidados específicos que requieren para llevar una óptima calidad de vida. Pero es importante informarse para que puedan tener una vida digna y larga vida.
En algunas familias es impensable que haya mascotas, cierto es que requieren cuidados y que no son juguetes con los que los niños han de entretenerse, pero si los adultos muestran respeto y la forma correcta de atenderlos son una excelente opción para ser los compañeros de los más pequeños de la casa.
Existen asociaciones que recogen perros de las calles o de los centros caninos y los ayudan a recuperar su confianza con tratos dignos y atención veterinaria, luego de ardua labor de recuperación y educación del animal solicitan apoyo a la sociedad para el proceso de adopción, con criterios cada vez más rigurosos, esta es una de las opciones que tenemos para apoyar.
También se puede llevar a los niños a este tipo de asociaciones para que ayuden a bañar o dar de comer a los perros, considerando que los niños crecen imitando acciones de los padres o cuidadores y es por ello importante ser conscientes de aquello que estamos abonando en su futuro. Y es que está bien que algunas familias decidan que los niños no deben compartir espacio con animales, pero también es bueno que les enseñen que así sea en casa o en la calle deben tratarlos con respeto.
Sin embargo, cuando los niños crecen sin mascotas en casa será más complicado que en su etapa adulta integren a su vida con facilidad algún animal de compañía, a menos que por su propio criterio decida este acercamiento que a la larga traerá grandes beneficios a su vida.

Existen proyectos escolares o instituciones que fomentan la cercanía de los niños con animales como perros, gatos, chivos, conejos y gallinas. En las actividades que desarrollan juntos les hacen saber la importancia de tratarlos con respeto y les muestran que no hay que temer si el trato es con amor y cortesía, pues los animales como los seres humanos devuelven lo que reciben.
La vida se ve diferente cuando se convive con un animal, es un aprendizaje mutuo, uno aprende de responsabilidades y el animal aprende rutinas, órdenes y responde con un amor leal e incondicional y gratitud eterna. La vida cambia, la vida mejora y una vez que has tenido a tu lado a uno es imposible que la vida sea vista de la misma manera.
Reza un dicho Ojos que no ven, corazón que no siente y puede ser, a veces ignoramos lo que pueden estar padeciendo los animales que vemos a diario. Tratemos de no ser indiferentes, tratemos de ser una solución al problema que no es de ellos, es de la sociedad. Ellos no eligieron venir a este mundo, pero la inconsciencia de muchas personas ante la esterilización o el resguardo seguro han contribuido a este doloroso caos en las calles.
Más información en:
Escareño et al., (2023) Importancia del manejo de la población canina en situación de calle en México: perspectivas y desafíos. Revista de las Ciencias Biológicas y Agropecuarias. Vol. 12, Núm 24.
La autora es Maestra en Intervención Educativa por la Universidad de Colima.
Correo: bramírez42@ucol.mx